Colaborador Invitado

Más allá de la fábrica: promovamos el talento mexicano

Es alentador observar cómo en México se están estableciendo centros de investigación y desarrollo cada vez más avanzados.

Presidente de Schneider Electric México y Centroamérica.

En el sector industrial mexicano, no sólo encontramos una gran destreza de su fuerza laboral en la producción física, sino que también, cada día encontramos más muestras de una aguda capacidad creativa e intelectual.

En este sentido, la creciente oportunidad del nearshoring, el aumento de la capacidad de producción y la probada calidad en materia de creación y fabricación, han colocado a México en una posición estratégica, siendo un pilar esencial para el desarrollo de una industria más global e interconectada.

La calidad y capacidad de México como centro de producción de diversos tipos de productos ha sido demostrada a lo largo de las últimas tres décadas. Sin lugar a duda, el país es un ejemplo mundial en lo que respecta a capacidad y calidad de producción, como lo evidencia su reciente ascenso en el año 2023 como el principal socio comercial de los Estados Unidos, hecho que no ocurría desde hace dos décadas.

Asimismo, en los últimos años, diversas empresas privadas han reconocido que la calidad y capacidad del talento mexicano trasciende más allá de la mera producción física. Existe un talento altamente calificado, competente y hábil, capaz de “exportar intelecto”.

Es alentador observar cómo en México se están estableciendo centros de investigación y desarrollo cada vez más avanzados, encargados de diseñar productos y soluciones utilizados a nivel mundial. También es notorio el incremento en la instalación de centros de ingeniería y soporte técnico en diversas áreas, brindando apoyo no solo a los Estados Unidos y Canadá, sino también a Sudamérica, e incluso con alcance global. A este fenómeno lo denominamos “manufactura intelectual”.

Los beneficios del desarrollo de México como centro de manufactura intelectual son numerosos, para mencionar un ejemplo, tenemos la creación de posiciones de alta jerarquía que anteriormente no existían, lo que está contribuyendo a evitar la “fuga de talentos” y a promover una espiral positiva de mayores oportunidades de empleo de calidad para el país.

Además, ya encontramos evidencias de estos beneficios. Una encuesta realizada por la consultora McKensey revela que las empresas que desarrollan las capacidades de sus empleados tienen un 25 por ciento más de probabilidades de producir productos de alta calidad, mientras que PwC señala que las empresas que invierten en la formación de sus empleados tienen una tasa de rotación de empleados un 30 por ciento menor.

En mi experiencia en diversos mercados de América Latina, he constatado que el desarrollo de la “manufactura intelectual” es viable mediante el impulso del “alto desempeño”, que definimos como el impulso de un compromiso organizacional, respaldado por incentivos, programas de capacitación y oportunidades de crecimiento que motivan a los colaboradores a superarse en el cumplimiento de sus funciones.

A través del alto desempeño, es factible transformar arraigadas percepciones culturales, como la idea de que nuestros países solo son fuentes de talento manual, convenciendo a las personas, y por ende a las organizaciones, de que forman parte de una nueva forma de producción más creativa, estratégica e inteligente.

De esta manera, las compañías pueden desarrollar las habilidades del colaborador, permitiéndoles crecer, creando un círculo virtuoso para construir entornos laborales autosuficientes, articulados por el alto desempeño, la innovación de procesos, la tecnología y el compromiso de los colaboradores, aprovechando al máximo oportunidades externas y los fenómenos macroeconómicos como el nearshoring.

Es importante destacar que el desarrollo de México como centro de manufactura intelectual no representa una amenaza para nuestro histórico estatus como centro de excelencia en manufactura industrial; por el contrario, se complementan y benefician mutuamente. En términos simples, se trata de un “y” y no de un “o”.

En resumen, México ha demostrado que no solo es una fábrica industrial, sino que también se puede convertir en un epicentro de innovación y desarrollo.  Todos los que formamos parte del sector industrial debemos velar por su florecimiento. Casos de éxito ya tenemos en el mundo; basta con voltear a ver a China o la India que, generando proyectos a largo plazo para el crecimiento de sus colaboradores, han pasado de ser “hacedores” a “creadores” con grandes beneficios.

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