Presidente de Coparmex CDMX.
Hace unos días, durante una entrevista, contestaba a un periodista refiriéndome al contexto histórico del tema en cuestión. No había terminado cuando ya me decía “está bien, entendemos la importancia del pasado, lo que queremos escuchar es su perspectiva sobre lo que viene…”. Como empresario he reflexionado sobre esto, y encuentro pertinente reproducir una cita del historiador y filósofo chihuahuense José Fuentes Mares, a propósito de don Luis G. Sada: “…fue un hombre penetrante, de los que leen en el presente los acontecimientos del porvenir”. Esto no significa que el gran industrial y fundador de la Coparmex haya sido un profeta o un adivino, sino que, como empresario, no esperaba a que sucedieran las cosas; las propiciaba, las echaba a andar.
En los idiomas latinos, como el español, encontramos matices respecto a los eventos que no han sucedido. Por un lado, tenemos el futuro, que podemos entender como la consecuencia necesaria de un orden determinado, es decir, fijo e inexorable. Pero, además, tenemos la palabra porvenir, que refiere no solo a un evento decidido por el orden de la temporalidad, sino a una posibilidad abierta, definida retroactivamente. Es en este sentido que el empresario construye el futuro, concibiendo y materializando la esperanza de un porvenir. Las palabras de Mares sobre Sada van alcanzando un momento de resolución, ahora que la Coparmex está por cumplir su centenario. Hoy en día, las empresas mexicanas, especialmente las más pequeñas, generan 7 de cada 10 empleos, y constituyen la mitad del total de la riqueza económica nacional.
Lo que me sucedió en aquella entrevista no fue un caso aislado; yo también quisiera conocer el futuro. Pero hay, como vimos, al menos dos maneras de leer en el presente los acontecimientos que vendrán. Una es tan solo la tibia resignación o apatía por lo que tendrá que suceder, el otro es el arduo sendero del emprendimiento. El camino que el empresariado lidera es el de la acción y la creación: por este conducto sirve a la sociedad, para que ésta llegue hasta donde los sueños alcancen. Como empresarios no nos corresponde adivinar el futuro, sino proyectar un mundo de acuerdo a nuestros anhelos, y edificar y tender un puente hacia él, para cruzarlo juntos, sin dejar a nadie atrás.
La nobleza del empresariado proviene de su capacidad para concebir posibilidades, de iluminar las vías que todos podamos transitar y nos acerquen a una ciudad próspera y feliz. La materia sobre la que los empresarios laboramos es la imaginación y el producto que realizamos conserva la imagen de nuestros valores y principios. Continuemos haciendo el futuro que queremos, recordando que el empresario no es tanto un profeta, sino, más bien, un poeta.