Colaborador Invitado

Los Juegos Olímpicos: un legado perdido en la actividad física global

Más allá del entusiasmo temporal que generan, surgen dudas sobre si estos eventos tienen un impacto sostenido en los hábitos de ejercicio de las personas comunes.

Médico especialista y analista en temas de salud.

Los Juegos Olímpicos representan una celebración global del deporte, un evento que reúne a los mejores atletas del mundo para competir en diversas disciplinas. Cada cuatro años, millones de personas nos ilusionamos frente a las pantallas viendo cómo esos cuerpos esculturales y saludables luchan por una medalla, intentando darnos una alegría.

Estos juegos llegan cada cuatro años con la promesa de inspirar a millones a practicar algún deporte, a moverse más, a vivir de manera más saludable. Sin embargo, detrás de este espectáculo deportivo se esconde una realidad incómoda: lejos de fomentar la actividad física y mejorar la salud de la población general, los Juegos Olímpicos parecen alejarla de estos objetivos.

¿Realmente los Juegos Olímpicos han logrado mejorar la actividad física de la población general? Más allá del entusiasmo temporal que generan, surgen dudas sobre si estos eventos tienen un impacto sostenido en los hábitos de ejercicio de las personas comunes.

La realidad, sustentada por numerosos estudios, revela que el impacto en la actividad física de la población general es mínimo y temporal. Un análisis detallado publicado en la revista Lancet (2021) muestra que los Juegos Olímpicos no han logrado un aumento significativo en la actividad física a largo plazo en las ciudades anfitrionas, como lo evidencian los casos de Londres 2012 y Río 2016.

Asimismo, el editorial de Lancet (2024), publicado durante la justa deportiva actual, sostiene que los Juegos Olímpicos se han convertido en un escaparate para la “hipocresía corporativa”. El editorial señala que los patrocinios de grandes corporaciones, especialmente aquellas que producen alimentos procesados y bebidas azucaradas, socavan los esfuerzos globales de salud pública al enviar mensajes contradictorios a la población.

Por un lado, los Juegos Olímpicos promueven la actividad física y un estilo de vida saludable; por otro, permiten que las empresas que producen alimentos poco saludables utilicen el evento para comercializar sus productos, creando una disonancia que puede confundir al público y reducir la efectividad de las campañas de salud pública.

Si queremos que la experiencia de unos Juegos Olímpicos sea el detonante de una mayor actividad física y mejores condiciones de salud en los mexicanos, es fundamental que los gobiernos federal, estatal y municipal, la Comisión Nacional del Deporte (Conade), el Comité Olímpico Mexicano, organizaciones de salud pública e instituciones como el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) diseñen de forma conjunta programas de actividad física a largo plazo, acompañados de una alimentación más saludable, adecuada y sostenible.

Estos programas deben estar orientados a la inclusión, asegurando que todas las comunidades, independientemente de su nivel socioeconómico, tengan acceso a oportunidades para la actividad física. Además, es esencial que estos programas continúen mucho después de la conclusión de los Juegos Olímpicos.

El IMSS fue históricamente un semillero de atletas olímpicos y promotor de la salud integral a través del deporte; sin embargo, la falta de apoyo durante las últimas administraciones ha contribuido a su decadencia.

Para promover la salud integral a través del deporte, el Seguro Social cuenta con 13 unidades deportivas en el país, 94 instalaciones acuáticas, 67 canchas de futbol, 70 canchas de baloncesto, 135 de usos múltiples, 58 de voleibol, 152 gimnasios, 11 trota pistas y 4 campos de beisbol, distribuidos en 123 centros de seguridad social en todo el país.

¿Por qué no aprovechar esta infraestructura y trabajar de manera conjunta con todos los actores del deporte y la salud pública para lograr mejores resultados en la salud colectiva de los mexicanos y en los resultados de las justas deportivas?

Construir instalaciones olímpicas puede resultar relativamente fácil; crear una cultura sostenible de actividad física es mucho más difícil. Una vez que se apagan las antorchas olímpicas, también se apaga el impulso para mantener a la población activa. Este es el desafío que debe enfrentar la dra. Claudia Sheinbaum: convertir el entusiasmo temporal en un compromiso duradero con la salud y el bienestar. Si no abordamos este punto, los Juegos Olímpicos seguirán siendo un evento de espectáculo que esperamos cada cuatro años.

COLUMNAS ANTERIORES

Alejandro Svarch: ¿Un antes y un después en Cofepris?
La depreciación secular del peso

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.