Abogada especialista en gestión de políticas migratorias internacionales.
México se encuentra en un punto de inflexión en su historia migratoria. En los últimos años, el país ha pasado de ser principalmente un punto de tránsito a convertirse en un destino obligado para miles de migrantes que buscan una vida mejor. En este complejo escenario, la narrativa que se construya en torno a la migración tendrá un impacto profundo y duradero. Es aquí donde Claudia Sheinbaum, como presidenta electa de México, enfrenta un desafío crucial: evitar caer en la trampa de la historia única.
La historia única, tal como la define la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, es aquella que reduce una realidad compleja a un solo relato simplificado. En el contexto migratorio, esta narrativa ha tendido a retratar a los migrantes como una crisis de seguridad o una carga económica. Sin embargo, como lo ha demostrado la historia reciente, esta perspectiva estrecha no solo deshumaniza a quienes buscan una vida mejor, sino que también limita las respuestas políticas y sociales que pueden ofrecerse a este fenómeno global.
El futuro de la política migratoria de México está en un momento decisivo. Bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, México ha endurecido su postura migratoria, en parte debido a las presiones externas de Estados Unidos. Las políticas de contención, que han resultado en la militarización de las fronteras y el aumento de las deportaciones, han sido justificadas bajo una narrativa de crisis constante. Sin embargo, estas medidas no han abordado las causas profundas de la migración ni han considerado plenamente el potencial económico y social que los migrantes pueden aportar a nuestro país.
Claudia Sheinbaum, con su historial de gobernanza progresista en la Ciudad de México, tiene la oportunidad y la responsabilidad de liderar un cambio en esta narrativa. La Ciudad de México ha sido un refugio para migrantes y desplazados internos, y Sheinbaum ha promovido políticas de inclusión que podrían servir como modelo para el resto del país. Sin embargo, el desafío que enfrenta ahora es mucho mayor. En un escenario nacional, y potencialmente internacional, la presión para repetir las políticas restrictivas y el discurso de la crisis será inmensa.
Sheinbaum debe resistir la tentación de simplificar la migración a una cuestión de números y seguridad. La historia única de la migración como problema ignora las realidades de los migrantes como individuos con derechos, aspiraciones y habilidades que pueden contribuir al desarrollo económico y social de México. Estudios recientes de organismos internacionales, como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), han demostrado que los migrantes pueden ser un motor de crecimiento para las economías locales, siempre y cuando se les brinden las oportunidades adecuadas para integrarse.
Es imperativo que Sheinbaum, como presidenta electa, considere un enfoque multidimensional hacia la migración, uno que aborde no solo los desafíos de seguridad, sino que también se enfoque en la inclusión económica y social de los migrantes. La Ciudad de México, bajo su liderazgo, ha sido pionera en políticas de derechos humanos, y este compromiso debe extenderse a nivel nacional.
Además, Sheinbaum debe asegurarse de que su administración no se vea atrapada en narrativas que alimenten el miedo y la xenofobia. En su lugar, debe promover una narrativa que reconozca la complejidad de la migración y que valore las contribuciones de los migrantes a la sociedad mexicana. Esto no solo es una cuestión de justicia social, sino también de pragmatismo económico: integrar a los migrantes de manera efectiva puede ayudar a resolver algunas de las presiones demográficas y económicas que enfrenta México.
Sin embargo, para que este cambio sea efectivo, es fundamental transformar la manera en que se gestiona la política migratoria en México. Durante demasiado tiempo, la gestión migratoria ha estado dominada por perfiles policiacos, que abordan la migración desde una perspectiva de control y contención. Este enfoque no ha sido satisfactorio. Al contrario, ha contribuido a la perpetuación de la crisis y al sufrimiento innecesario de miles de personas.
Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de cambiar esta dinámica al elegir líderes más humanistas y doctos en el tema migratorio al frente de las instituciones encargadas de esta área. Es tiempo de que el Instituto Nacional de Migración y otras dependencias clave sean dirigidas por expertos en derechos humanos, en desarrollo social y en economía, quienes puedan aportar una visión más integral y humanitaria al tratamiento de la migración.
El resultado de las políticas actuales no ha sido el esperado, y algo debe cambiar. Transformar estas instituciones es crucial para asegurar que México no solo responda a las demandas de seguridad, sino que también se convierta en un ejemplo de cómo gestionar la migración de manera digna, justa y beneficiosa para todos. La historia de la migración en México está por escribirse, y Sheinbaum tiene en sus manos la oportunidad de hacerla diferente. Es un llamado urgente a actuar con visión y con humanidad.