Presidente de COPARMEX CDMX.
Recientemente se publicó una carta del Papa Francisco sobre la importancia de la literatura que, originalmente pensada para un público pastoral, terminó siendo un exhorto universal para cultivar la lectura. En ella, el titular del Vaticano refiere a algunas de las definiciones más conocidas sobre la utilidad de los libros: “la literatura es un telescopio” (Proust), “la literatura es ‘escuchar la voz de alguien’” (Borges); y añade la suya: “la literatura evoca […] la tarea primordial confiada al hombre por Dios, la labor de ‘dar nombre’ a los seres y a las cosas”. Conocimiento, empatía y potencial narrativo, es el tercer atributo el que me gustaría resaltar en esta y mi próxima columna.
Como escritor y empresario no puedo estar más de acuerdo con la síntesis que logra Bergoglio en su ensayo epistolar: leer, dice, “es un gran bien”. Leyendo aprendemos, leyendo logramos ponernos en el lugar del prójimo, y, sobre todo, leyendo nos hacemos mejores en contar nuestra propia historia. Es esto último algo de singular importancia para los empresarios, especialmente para los más pequeños, porque el éxito no es de quien gana más, sino de quien cuenta mejor su historia. La tiendita de la esquina, por ejemplo, representa al sector que, hoy en día, genera 7 de cada 10 empleos y produce la mitad del PIB (datos que aplican tanto para México como para el mundo entero, según la ONU). Otro dato de la ONU: las Pymes suman el 90 por ciento de las empresas mundiales; si fuesen un planeta, serían Júpiter.
Sin embargo, la presencia que tienen las Pymes en los medios de comunicación, el uso que dan las Pymes a las tecnologías más disruptivas, o la profesionalización que las Pymes ostentan, no se encuentran alineadas con su valor. No tiene por qué ser esto así, existen muchas opciones para que los pequeños empresarios trabajen en condiciones más equitativas. Una, ya la vimos, es la literatura; transformemos la lectura en una ventaja competitiva, haciéndonos más conscientes y humanos a través de ella. Abrirnos a las experiencias de los demás nos ayuda a interpretar y reinterpretar nuestras vidas y las de nuestras organizaciones y, sobre todo, nuestros problemas, para hallarles soluciones innovadoras. Otra opción, más inmediata, es la adopción de tecnologías de bajo costo y alta productividad, como las terminales virtuales y el pago con tarjeta que pueden incrementar las ventas entre 20 por ciento y 40 por ciento.
En realidad, una lleva a la otra. Cuando tomamos consciencia de la importancia y el valor de las pequeñas empresas –de las empresas familiares– entonces podemos darnos cuenta de que las herramientas y el progreso tecnológico de la humanidad están a su servicio. Las Mipymes son el sustento de la mayoría de los mexicanos, el pilar de nuestra economía que arraiga y compone el tejido social: son ellas las primeras a quienes debemos acercar todo aquello que ha sido inventado o producido para generar bienestar, en este caso, económico y financiero. Cuando en los libros nos leemos a nosotros mismos, avivamos la imaginación y renovamos el discernimiento, para llevar al espíritu emprendedor por encima del tamaño o los recursos del negocio, y alcanzar la libertad creadora que le corresponde. Fomentemos la lectura en nuestras organizaciones y demos un nombre adecuado al papel que juega en la historia el empresariado mexicano, juntos, sin dejar a nadie atrás.