Especialista de cumplimiento regulatorio energético y director General de PRC.
Existe un consenso entre los participantes del sector, los expertos y los tomadores de decisión del sector energético: es necesario liberar recursos públicos ahora destinados a otros proyectos del sector hidrocarburos, para favorecer el desarrollo de proyectos exploratorios e incrementar las capacidades de ejecución y de tecnologías de la empresa productiva del estado.
No podemos obtener mejores resultados si no realizamos los cambios necesarios para favorecerlos, tales como incrementar las capacidades de ejecución de nuevos proyectos y obtener nuevas técnicas y tecnologías y fuentes de financiamiento.
En el caso de la subsidiaria Pemex Exploración y Producción (PEP), las modificaciones deben transitar no sólo por fortalecer su capacidad de ejecución, de financiamiento y de tecnología, sino que además, implican una reforma fiscal integral, que libere de cargas tributarias a PEP, en aras de fortalecer una mayor eficacia y eficiencia, en la ejecución de su portafolio de proyectos.
No obstante, dicha revisión no debería traducirse sólo en la condonación de impuestos a la petrolera estatal, sino que implica una revisión del marco fiscal de PEP y de las reglas actuales de dichos estímulos y de su seguimiento.
La base de evaluación de dichos estímulos fiscales, deben centrarse en una evaluación técnica e integral de los proyectos sobre los que se invertirán dichos recursos. Sólo así lograremos identificar si se están realizando mejores inversiones en aquellos proyectos, así como poder establecer y evaluar los resultados esperados.
Por otro lado, los esfuerzos por fortalecer a PEP no deben traducirse sólo en el fortalecimiento de la empresa productiva estatal, sino también en incrementar las capacidades de desarrollo de proyectos petroleros, a favor de la Nación.
Un ejemplo de lo anterior es el desarrollo de los yacimientos no convencionales. El 57 por ciento de los recursos petroleros en México están en este tipo de yacimientos.
Hace unos años, el desarrollo de estos yacimientos dependía de técnicas de inyección de agua y de diversos químicos, a través de los cuales se fracturaban las rocas y se extraían los hidrocarburos; poniendo en riesgo de contaminación a los suelos y mantos acuíferos.
No obstante, existen nuevas técnicas y tecnologías para la extracción de hidrocarburos, que no dependen del uso de agua y químicos, sino que a través del uso de microondas se logra la extracción de hidrocarburos.
Esta nueva administración cuenta con la oportunidad de diseñar un marco regulatorio, a través del cual, tanto PEP como el Estado mexicano –a través de vehículos financieros o contratos petroleros– puedan desarrollar las tecnologías necesarias, a favor de la Nación, para su aplicación y uso en México. Lo anterior, siempre cuidando la protección ambiental.
Por otro lado, México debe aprovechar el momento y el entorno internacional económico, derivado de la relocalización de empresas del sureste asiático al hemisferio norteamericano.
El papel de esta nueva administración es crucial, para materializar estas oportunidades. Ya no como un país exportador de hidrocarburos, sino para el uso de dichos recursos hidrocarburos para su transformación y aprovechamiento –como el gas natural–, en fuentes energéticas que atiendan la demanda industrial y de la transformación, para la relocalización de estas empresas.
Aprovechar los recursos petroleros para favorecer la integración de las cadenas de suministro y productivas de empresas mexicanas y el desarrollo con valor más agregado de trabajadores mexicanos, debe ser el objetivo.
Si bien en la administración que está concluyendo se invirtieron en la compra y construcción de refinerías, lo cierto es que, si se destinara toda la producción de hidrocarburos, a la refinación, con base en las capacidades y las instalaciones actuales y por entrar en operación –Dos Bocas–, tendríamos un déficit de producción.
Lo anterior, nos lleva a reconocer la alta dependencia actual y futura, tanto de la importación de gasolinas y petrolíferos, como de gas natural; situación que se traduce en presiones a los precios de los petrolíferos y gas natural; tanto para uso doméstico, como para uso industrial.
Para poder atender esta situación, la próxima administración deberá establecer una estrategia de corto, mediano y largo plazo, que permita incorporar mayores capacidades de producción, almacenamiento y refinación, mientras garantiza el abasto de combustible mediante importaciones.
Por último, es innegable que México y el mundo tiene que enfrentar un proceso de descarbonización y respaldar la transición energética, a través de políticas públicas y de incentivos fiscales.
Al respecto, es importante señalar que una industria petrolera responsable, que adopte las mejores prácticas ambientales y de impacto social y coadyuve con los objetivos para reducir los efectos del cambio climático, no está en contra de la transición energética.