El acceso equitativo a productos financieros de calidad es un indicador crucial de la salud económica y la igualdad de oportunidades en una sociedad.
En México, a pesar de su relevancia, la inclusión financiera sigue siendo un desafío significativo. Según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), apenas el 49% de los adultos mexicanos posee una cuenta bancaria.
La alta informalidad laboral y la preferencia por el efectivo por distintas razones (aprovechamiento de descuentos, miedo a un posible hackeo, falta de tecnología adaptada a las necesidades del usuario o de políticas públicas que incentiven los pagos digitales) se convierten en obstáculos clave.
Los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que revela también el INEGI indican que, en el cuarto trimestre de 2023, la suma de personas que trabajan bajo todas las modalidades de empleo informal fue de 32.5 millones. Esto representó el 54.8% de la población ocupada. Incluir a esas personas en el canal formal sería el primer paso.
Por otro lado, combatir el uso predominante del efectivo requiere ofrecer tecnologías digitales accesibles y seguras, adaptadas a las necesidades reales de los usuarios. Pero no se trata solo de tecnología en sí misma: es fundamental que las herramientas se diseñen a partir de una comprensión profunda de las verdaderas necesidades de los individuos.
Para que las instituciones financieras tomen nota: las billeteras digitales, por ejemplo, pueden convertirse en una herramienta ideal para facilitar la inclusión de las personas, ya que democratizan el acceso y uso de servicios financieros. Esto se debe a que de manera fácil y totalmente virtual las personas pueden ingresar al sistema, hacer transacciones, comenzar a ahorrar y tomar decisiones dentro del universo financiero de forma totalmente segura. Una importante bondad de las wallets es que posibilitan realizar operaciones financieras con un abordaje simple, pero de forma masiva.
Así es cómo la tecnología puede desempeñar un papel fundamental en la inclusión financiera de un país, pero, como decía, siempre y cuando los desarrollos se diseñen pensando en resolver operaciones financieras de forma práctica, segura, intuitiva y que solucionen los problemas del día a día. Así es que colocar a los individuos en el centro de los desarrollos tecnológicos garantiza que estas herramientas sean accesibles, fáciles de usar y realmente útiles para mejorar su situación financiera.
La inclusión financiera no solo empodera a las personas para controlar sus finanzas y acceder a más oportunidades, sino que también sienta las bases para un desarrollo económico y social más equitativo. Fomentar la inclusión financiera es crucial para construir un futuro más próspero y justo para todos.
En resumen, invertir en la inclusión financiera no solo es una necesidad económica, sino un imperativo moral y social que puede transformar positivamente la vida de millones de personas.