Nos encontramos a días de la elección más importante del planeta: la presidencia de Estados Unidos. Faltando una semana no se puede predecir un ganador ya que las encuestas no podrían estar más reñidas. Kamala Harris y Donald Trump están básicamente empatados. Según FiveThirtyEight, al 25 de octubre, ambos candidatos obtendrían un 48 por ciento de los votos.
No obstante, debido a que Estados Unidos utiliza un sistema de Colegio Electoral para definir a su presidente, los llamados “estados bisagra” (swing states): Georgia, Arizona, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Nevada y Carolina del Norte pueden terminar definiendo al jefe o jefa de Estado el próximo 5 de noviembre, siendo la comunidad hispana más que relevante.
El historiador, Allan Lichtman, se ha convertido en el gran gurú de las elecciones presidenciales estadounidenses. Con su “método de las 13 llaves”, basado en términos geofísicos, desde 1984 ha pronosticado con éxito quién será el presidente de la nación mas poderosa del mundo, lo que lo ha convertido en uno de los analistas de referencia. Fue uno de los pocos que anticipó la sorprendente victoria de Trump en 2016. Solamente falló en una ocasión, en el año 2000, cuando George W. Bush se impuso a Al Gore. En esta ocasión, Lichtman afirma, según su modelo, que Kamala Harris será la próxima presidenta de Estados Unidos.
Estados Unidos, primera economía del mundo, con un PIB estimado en 22.6 billones de dólares (una cuarta parte del PIB global nominal), miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con dos quintas partes del gasto militar mundial, lo convierten en líder geopolítico del mundo. El orden mundial existente nació a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial siendo Estados Unidos el gran salvador, pudiendo dictar las reglas del juego global. De ahí, la importancia que revisten estas elecciones, ya que sus implicaciones globales son absolutas.
Con dos guerras en curso: Ucrania y Medio Oriente, un mundo recuperándose de los efectos de la pandemia de Covid 19, gran polarización social y en una era de multicrisis globales, la gran pregunta es: ¿quién será mejor para el mundo Kamala Harris o Donald Trump?
La política exterior de Estados Unidos durante la presidencia de Trump se destacó por su imprevisibilidad y por incumplir compromisos internacionales anteriores, trastocar convenciones diplomáticas y adoptar políticas arriesgadas con la mayoría de los adversarios. La política “America First” de Trump perseguía objetivos nacionalistas de política exterior y priorizaba las relaciones bilaterales sobre los acuerdos multinacionales.
Considerando un trinfo de Kamala Harris podríamos predecir un escenario en donde la política exterior de Estados Unidos sea más activa, en este sentido, cabe preguntarnos: ¿qué alianzas geopolíticas podemos esperar?
Respecto a la guerra en Medio Oriente, Kamala continuaría negociando un alto el fuego, pero sin dejar de enviar al arsenal de Israel millones y millones en armas. Para Ucrania, se mantendría la ayuda militar reforzando la posición negociadora del país en el caso de que Moscú acceda a mantener verdaderas conversaciones de paz, es así que Harris se ha reunido con el presidente Zelenski hasta en seis ocasiones.
Otro tema de sumo interés en la toma de decisiones de la próxima persona que esté al frente en la Casa Blanca es la relación con China. Con Harris como presidenta se esperarían severas restriccciones a la exportación china de semiconductores, tan importantes para el encadenamiento de cadenas de suministro globales.
En el caso de las relaciones de Estados Unidos con Europa y la OTAN, se espera que Kamala mantenga el apoyo a la organización militar más importante del planeta y a otras alianzas internacionales.
¿Qué podemos esperar para México con Harris como presidenta?, sin duda, políticas menos extremistas en el caso de que Trump ganara la contienda. Dos temas son de suma importancia en la agenda bilateral: la migración y el futuro económico con la revisión del T-MEC.
Con Kamala se puede esperar una continuidad en la política migratoria del presidente Biden, con un endurecimiento en las políticas de control fronterizo, pero con un trato humanitario, a diferencia de lo que ocurriría en el caso de que Trump fuese presidente, así como la posibilidad de seguir emitiendo órdenes ejecutivas para la regularización, sobre todo en el caso de grupos específicos de la comunidad migrante, como los dreamers, lo que sería impensable con Trump.
La revisión del T-MEC, si bien debe realizarse en 2026, las consultas comenzarán el próximo año. Desafortunadamente, tanto en el caso de Kamala como de Trump habrá un endurecimiento y México llega en una posición complicada por la aprobación de la Reforma Judicial y la posible desaparición de entes reguladores autónomos en materia de competencia, energía, telecomunicaciones o transparencia. Kamala tendría que hacer compromisos, tratando de conciliar las demandas de los sindicatos de su país y la relación con México. Con Trump se podría llegar a considerar hasta una salida de Estados Unidos del T-MEC, lo cual sería catastrófico en términos del impacto económico para México, ya que el 80 por ciento de nuestras exportaciones se dirigen a Estados Unidos y casi el 50 por ciento de las importaciones y la inversión extranjera directa provienen de nuestro vecino del norte.
Después de este análisis podemos concluir que si bien el panorama global es complicado hay mayores esperanzas con Kamala con posturas menos radicales y abierta a posibles negociaciones y alianzas, por lo que el mejor resultado para el futuro del mundo sería que por primera vez en la historia de Estados Unidos una presidenta esté al frente del gobierno.