Colaborador Invitado

La democracia en riesgo

En este momento crítico, es esencial que los gobierno de México, Estados Unidos y sus sectores empresariales trabajen en un discurso que privilegie la cooperación sobre la confrontación.

En el mundo de la política, donde los gestos tienen tanto peso como las acciones, un rumor puede ser suficiente para desestabilizar un ecosistema. Tal es el caso del expediente que Marco Rubio, potencial secretario de Estado bajo una nueva administración Trump, presuntamente prepara contra el expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, acusándolo de vínculos con el narcotráfico. Este movimiento no solo pone a prueba la relación entre dos de los mayores socios comerciales del mundo, sino que también abre una caja de Pandora con implicaciones económicas, sociales e internacionales que no podemos ignorar.

Rubio, conocido por su postura dura frente a América Latina, prepara una jugada diplomática al “elaborar un expediente” donde pretende documentar cómo las organizaciones criminales que producen fentanilo prosperaron durante el mandato de López Obrador. Más allá del fondo de las acusaciones, la forma en que este caso se maneje será crucial. Bien manejado por ambos gobiernos, puede abrir un espacio para la cooperación internacional en temas de seguridad y combate al narcotráfico. Mal manejado, puede ser el catalizador de un distanciamiento perjudicial entre México y Estados Unidos.

Para el empresariado de ambos países, las implicaciones económicas son imposibles de ignorar. Con un comercio bilateral superior a los 700 mil millones de dólares anuales, cualquier tensión que afecte el flujo comercial repercutirá directamente en los resultados de negocios e inversiones. Las amenazas de aranceles del 25% sobre productos mexicanos por parte de Trump, enmarcadas en esta narrativa de desconfianza hacia México, podrían desestabilizar cadenas de suministro clave, encarecer bienes esenciales y afectar la competitividad de sectores como el automotriz, el manufacturero y el agroindustrial.

Además, el impacto podría extenderse a las remesas, que representan una inyección vital para la economía de nuestro país. Una escalada diplomática con Washington podría convertirlas en un arma de presión, afectando tanto a los receptores en México como a los negocios que dependen de la estabilidad de este flujo, particularmente las Mipymes.

En este contexto, el sector privado tiene un papel clave como estabilizador. Las empresas que operan en ambos países, desde corporativos multinacionales hasta el micronegocio que vive de las remesas, deben posicionarse como intermediarios en la defensa de la cooperación bilateral. El mensaje debe ser claro: las relaciones comerciales y de inversión no deben ser rehenes de conflictos políticos.

La sociedad civil también juega un rol importante. Una narrativa que presente a los Estados Unidos como el “imperialismo yanqui” represor reforzaría el nacionalismo extremo, fortaleciendo a la izquierda en su discurso de acciones centralistas y estatistas. Esto perjudicaría la ya débil democracia mexicana y sus posibles relaciones comerciales y de inversión con los países de Occidente.

En el ámbito internacional, este episodio plantea un desafío a la reputación de México y del actual gobierno federal. Un señalamiento de esta magnitud puede debilitar su posición en negociaciones multilaterales y abrir la puerta a una mayor injerencia de los Estados Unidos en asuntos internos. Sin embargo, también es una oportunidad para demostrar liderazgo. México debe adoptar una estrategia de colaboración con organismos internacionales y aliados estratégicos para mostrar su compromiso con la legalidad y el fortalecimiento institucional.

Para todos los involucrados en la toma de decisiones, esto no es solo un tema de geopolítica, sino un asunto que toca directamente los fundamentos de la estabilidad económica y social de ambos países. El costo de una ruptura en la relación bilateral no se limitará a los sectores afectados por aranceles o sanciones; también tendrá un impacto en la confianza de los mercados, la atracción de inversiones y la competitividad regional.

La relación entre México y Estados Unidos está construida sobre pilares que van más allá de sus diferencias políticas. En este momento crítico, es esencial que ambos gobiernos y sus sectores empresariales trabajen en un discurso que privilegie la cooperación sobre la confrontación.

La historia ha demostrado que los conflictos bilaterales no resuelven problemas, sino que los agravan. Solo a través de un diálogo transparente y estrategias de mutuo beneficio será posible transformar esta crisis en una oportunidad para fortalecer la relación, construir confianza mutua y, sobre todo, garantizar que la política no socave el progreso económico y social alcanzado en décadas de colaboración.

El mensaje es claro: debemos involucrarnos, liderar y defender la estabilidad como un bien común para el desarrollo social y económico de nuestro querido México.

Jorge Luis Camacho Ortega

Jorge Luis Camacho Ortega

Consejero Nacional de COPARMEX

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