No es casualidad que la muerte de Anthony Bourdain, el chef que se convirtió en autor y después en glotón trotamundos, causara tal impacto en nuestro país. Pocas figuras públicas defendieron a los indocumentados y sus aportaciones a la vida diaria en Estados Unidos más que Bourdain, quien como chef vivió, de primera mano, la importancia que los mexicanos tienen en la industria restaurantera estadounidense.
La defensa de Bourdain –expresada tanto en sus textos como en sus programas televisivos No Reservations y Parts Unknown– no consistía en meros gestos, ni podía reducirse en un tuit o un estampado de camiseta. No. Bourdain defendió a los indocumentados con especificidad: sin datos, pero con hechos; a través de anécdotas y experiencias tangibles tanto con la pluma como con imágenes, escenas, charlas y visitas a nuestro país y nuestras cocinas.
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“Bourdain defendió a los indocumentados con especificidad: sin datos, pero con hechos; a través de anécdotas y experiencias tangibles tanto con la pluma como con imágenes, escenas, charlas y visitas a nuestro país y nuestras cocinas”.
Además de un texto suyo, titulado Bajo el volcán, quizás lo más accesible que Bourdain opinó sobre la valía de los indocumentados esté en un capítulo de la primera temporada de No Reservations en el que visitó México junto a Carlos, un mexicano que heredó su puesto cuando Bourdain dejó de ser chef en el restaurante Les Halles de Nueva York. El episodio culminaba con una memorable visita de Bourdain a la casa de Carlos, en Puebla, donde comía mole y se sorprendía –como pocas veces ocurría– al probarlo. Su opinión de ese mole –al que tildaría como un platillo mucho más complejo de lo que su audiencia podía imaginar– encapsulaba su opinión del vínculo entre México y Estados Unidos. Vínculo cuyas honduras los estadounidenses –afirmaba– apenas logran advertir.
Como anfitrión televisivo Bourdain era, antes que nada, generoso. Sobre todo en Parts Unknown, sus episodios giraban en torno a conversaciones donde él comía y escuchaba al otro. Había, también, una entrañable humildad en él, un viajero que siempre dijo guiarse por un principio básico pero inteligente: está bien dudar, está bien no saber las respuestas. Bourdain permitía que otros hablaran por él. Con su muerte los indocumentados pierden voz en Estados Unidos cuando más la necesitan.