Aunque suene cacofónico, el acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el viernes pasado es una propuesta para los planes de estudio que no califica como plan, sino como lamentable improvisación: una propuesta de planes, sin ellos, y sin Plan maestro. Tiene un Marco, pero muy descuadrado.
El Marco curricular para la educación básica es un documento que debiera sentar las líneas explícitas –generales, cierto, pero no por generales han de ser vagas– de lo que se compromete el Estado mexicano para que niñas, niños y jóvenes (NNJ) ejerzan en plenitud su derecho a aprender.
No le toca ser arenga de poesía épica. Los referentes inspiradores corresponden a la Constitución y a los tratados internacionales; la Ley General de Educación vigente es prolija y debiera ser más precisa y menos aspiracional, pero ya tiene indicaciones más concretas de organización del sistema escolar, de las responsabilidades de los distintos involucrados y de los fines, objetivos y contenidos generales de la educación en México.
Por ello, el Marco que se presentó y aquí comenzamos a comentar, debiera ser más preciso y más comprometido para de verdad servir a su propósito: mapear los trayectos y las metodologías. Su improvisación autorreferente denota descuido, prisa, negligencia, soberbia e imposición.
La prisa política es una de las formas del avasallamiento, uno de los caminos más nocivos por los cuales la ambición del poder y en el poder puede deteriorar el bien público. En su momento, el círculo del presidente quiso libros de texto propios, que borraran lo que los predecesores dejaron. Como los romanos grafiando y destruyendo las estelas de los conquistados, como los castellanos quemando códices mayas, la consigna era reescribir, dejar huella, hacer damnatio memoriae, destrucción de lo que recordara la etapa anterior.
Poco puede competir, en la ilusión de los avorazados, con la imagen de que los niños lleven en mano los libros del actual gobernante. Explicaron entonces los funcionarios que para cambiar de fondo los libros hay que cambiar los planes y programas, y que ello requiere entonces de un trabajo de investigación y evaluación, y que siendo actuación oficial debiera estar fundada y motivada, y correspondiente a todo el orden jurídico vigente. No cupo la mesura y la sensatez, y prevalece el ‘ya, y como sea’.
La ocurrencia tardía entonces pinta para ser de lo más inoportuno: el acuerdo recién publicado establece que los nuevos programas comenzarán con el primer grado de cada nivel –primero de preescolar, de primaria y de secundaria, respectivamente– en el ciclo escolar 2023-2024, justo el último año de la administración federal. ¿Todo para un ciclo escolar? Sin duda, lo deseable en una democracia sana es que haya estabilidad en el aprendizaje clave, y que la innovación sea propiciada y apoyada justamente en lo local y contextual, no desde los escritorios centrales de la capital. ¿Con qué argumento los actuales pretenden que permanezca su plan (bueno, plan no, porque no tiene planificación; digamos mejor entonces, su propuesta) más allá de su sexenio, si están poniendo la muestra de que se vale hacer cambios insensatos en el periodo que cada quien gana?
Con la publicación oficial del Marco, la administración federal determina que en el próximo ciclo escolar estarán corriendo en su respectiva vigencia paralela el plan de estudios 2011, el plan 2017 y el plan 2022. La sobrecarga administrativa para la escuela será de antología, con reportes diferentes para cada segmento. Tan importante es tratar de empatar momentáneamente el asunto, que la siguiente publicación sobre educación en el DOF, el acuerdo 15/08/22, tiene que aclarar que los ajustes en términos de horas que se hizo en 2020 a los cursos con plan de 2011 siguen vigentes en 2023… es una pesadilla normativa y administrativa traer tres planes a la vez.
En la próxima entrega abordaré aspectos más relacionados con la terminología que tanto revuelo ha causado. Pero por ahora cierro refiriendo el artículo transitorio 10: la emisión y publicación de los programas de estudio se realizará en el transcurso del ciclo escolar 2022-2023 y para 3º de primaria hasta 3º de secundaria “se avanzará en el diseño y ajuste”. Los planes no están y en esa nebulosa para ‘co-crear’ no hay consideración de lo que niñas y niños necesitan en la realidad, ni respeto por el tiempo y la capacidad de maestras y maestros.
El autor es presidente Ejecutivo de Mexicanos Primero.