Los cambios en la economía global devienen en transformaciones políticas y sociales. Actualmente destaca que la llamada economía de la innovación, al incorporar cada vez más procesos de automatización en las industrias y la utilización de Inteligencia Artificial (IA), implica una revisión del futuro de las diversas profesiones y trabajos. Y he comentado lo escrito por Jeremy Rifkin y el economista Robert Heilbroner en su prólogo al libro del primero, “El fin del Trabajo”, lo cual obliga a revisar el futuro del empleo, nuevas actividades para aquellas que desplaza la nueva tecnología, obviamente genera cambios inevitables en los mercados de trabajo. Por supuesto, que las nuevas tecnologías incorporan cambios, pero no suponen automáticamente riesgos alarmantes, por un lado surge la necesidad de nuevos empleos, a veces, incluso, en mayor medida que los que se extinguen. Ello no obsta para señalar la persistencia de los problemas estructurales del trabajo en el mundo: la precarización de las condiciones laborales, la alta tasa de informalidad y la baja capacidad para sostener a un ritmo constante la oferta de empleo.
Nuevamente la desigualdad y la pobreza.
Sobre esto destaca el libro “El trabajo ya no es lo que fue. Cómo pensarlo de nuevo en un mundo que cambió”, de Alain Supiot, en el que refiere la necesidad de discutir las transformaciones de la actividad laboral, colocando en el centro a las personas. Esto significa que los gobiernos, en tanto principales actores en la formulación de políticas públicas, deben de considerar tener programas para asegurar la protección frente al desempleo y la formación permanente de los trabajadores. Es decir, reconocer que los retos en el mundo del trabajo están directamente vinculados con el nivel de satisfacción de las necesidades mínimas de las personas y sus posibilidades de desarrollo en el trabajo.
Por su parte, el informe de la OCDE “Employment Outlook 2023: Artificial Intelligence and the Labour Market” destaca la alta probabilidad de impacto en los espacios laborales por la incorporación de herramientas de IA. Algunos cambios ya son visibles, desde la automatización virtual mediante robots y bots hasta la configuración de economías caracterizadas por la digitalización de las relaciones laborales.
Para el caso de México, las tendencias de la economía global tienen un impacto diferenciado por la orientación económica regional y la trayectoria nacional como una economía emergente que podrá beneficiarse del proceso de relocalización de procesos o cadenas productivas (nearshoring).
Sin embargo, los riesgos por la sustitución de fuerza de trabajo, la reducción de espacios laborales y el impacto en la calidad del empleo, están presentes. Al respecto, el Seminario sobre Trabajo y Desigualdades de El Colegio de México publicó el documento “El futuro del trabajo en México”, el cual presenta algunas de las repercusiones heterogéneas en lo laboral a partir del cambio tecnológico. Destaca el rol del Estado en la formulación de políticas públicas diferentes, para enfrentar eficazmente los cambios de la economía global a través de medidas de política social, nuevas regulaciones laborales en la economía digital y capacitación o formación para los nuevos entornos laborales.
Para garantizar que las personas accedan a empleos, y además cuenten con estabilidad laboral y con mecanismos para enfrentar la inestabilidad propia de los mercados de trabajo contemporáneos, es necesario que los países modelen políticas activas y pasivas de empleo, las cuales incidan directamente en el trabajo, con mejores condiciones laborales. En ello es útil una presencia sólida de las instituciones dedicadas a la fiscalización superior, por ejemplo, en del uso de las auditorías del desempeño.