Dolores Padierna

Plan México, una hoja de ruta para el desarrollo nacional

Entre las metas centrales del Plan México está la de captar 100 mil millones de dólares en inversión extranjera directa anual.

El Plan México: Estrategia Nacional de Industrialización y Prosperidad Compartida, presentado el 13 de enero por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, lleva las metas estratégicas en su nombre y constituye una hoja de ruta para que la economía mexicana entre a la lista de las 10 mayores del mundo, fortaleciendo lo mismo el mercado interno que la participación internacional del país.

La presidenta de México presentó el Plan México en un encuentro con los representantes de los empresarios de México (las fotografías dejan ver que, en ese sector y dicho sea de paso, hace falta mucho por hacer en materia de paridad de género).

El Plan se hizo público unas horas después de que la presidenta Sheinbaum volvió a llenar el Zócalo, con motivo de sus primeros 100 días en el gobierno y a una semana de que ocurra el relevo presidencial en el poderoso vecino del norte.

Así, el Plan México es también una respuesta anticipada frente a la posible materialización de las amenazas que ha lanzado el demagogo que asumirá un nuevo mandato.

“Elevar contenido nacional y regional en sectores estratégicos”, propone el Plan, y no está de más recordar que una vieja promesa de la industria maquiladora de exportación, desde su expansión en los años sesenta del siglo pasado, fue justo incorporar a la industria nacional y los números siempre dejaron mucho que desear.

En el mismo sentido operará otro de los ejes presentados: “incrementar el valor agregado en proveeduría local y cadenas globales”.

Un eje más del Plan se relaciona con dejar atrás la cruda realidad de los hacedores originales del libre comercio: la de proveedor de mano de obra barata como elemento de competitividad. En el texto difundido se lee: “crear empleos bien remunerados en sectores de manufactura especializada e innovación”.

Para ir abandonando un modelo que privilegiaba el desarrollo de unas regiones del país sobre otras, y ponernos a tono con el entorno de nuestra región, el Plan también plantea: desarrollo de vocaciones regionales en los polos de bienestar y corredores industriales; determinar prioridades nacionales de inversiones locales e impulso a la integración del continente.

Entre las metas centrales del Plan México está la de captar 100 mil millones de dólares en inversión extranjera directa anual.

Para conseguir este objetivo, el gobierno propone incentivos como un “decreto nearshoring” que permitirá importantes deducciones de impuestos a nuevas inversiones.

Con este plan, se pondrán en marcha 12 polos de desarrollo con cientos de proyectos.

El equipo de la transformación y aliados empresariales colaboraron para elaborar un plan que lleva el indeleble sello de la primera mujer presidenta de México.

El titular de Economía, Marcelo Ebrard, por ejemplo, dijo que en sus 42 años en el servicio público es la primera vez que ve un instrumento definido “así, tan pronto”. Y añadió que el Plan México fue “casi dictado por la presidenta, quien recuerda todas las cifras, nos ha corregido la mayor parte de las metas, nos ha preguntado detalles que nosotros no habíamos visto”.

El Plan México debe ser leído a la luz de la confianza de la sociedad mexicana en la ruta transformadora en curso. La primera mujer en la Presidencia de la República goza de una aprobación que ronda el 80 por ciento, que es la más alta registrada desde que se comenzaron a hacer ese tipo de mediciones, en el sexenio de Carlos Salinas.

En el mismo tenor, y contra el discurso opositor, la muy importante medición latinoamericana conocida como Latinobarómetro reveló que la satisfacción de las mexicanas y mexicanos con la democracia tiene el más alto registro desde 1995.

Mientras en los medios tradicionales abundan los comentarios misóginos contra la presidenta, queda claro que la mayoría de la sociedad sabe que el destino del país está en manos de una mujer con una sólida formación científica. Y que esa trayectoria no está reñida de ningún modo con la sensibilidad social y el compromiso de la presidenta con quienes más lo necesitan.

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