¿Qué pasa con la democracia y con la política en México y en el mundo? Estamos viendo fenómenos que hasta hace poco tiempo parecían inconcebibles, ya sea por la emergencia de figuras que pronuncian discursos fantasiosos, por los “diagnósticos” y las “soluciones” que proponen, pero además por ser discursos de odio que dividen, cuando su obligación, de llegar a gobernar, debería ser para todos por igual.
Se trata de discursos que se pronuncian desde el espacio de la política contra la política. Sí, contra la política, si por ello entendemos el espacio civilizado en el que conviven los diferentes y acuerdan las reglas de esa convivencia y la solución a problemas comunes. Lo otro es la guerra, estos discursos se parecen más a los llamados a las armas que a las urnas.
En Argentina presenciamos un fenómeno (al menos en dos de las acepciones del término, es decir, por lo extraordinario y por lo desfigurado), el de Javier Milei, outsider como Bolsonaro, Bukele y de alguna manera Trump y no otros pocos en otras partes del mundo.
La aparición de este tipo de fenómenos ha surcado la historia y no en pocas ocasiones con consecuencias trágicas. La cuestión es preguntarnos sobre las razones que han llevado al éxito de outsiders que conquistan a las masas con argumentos simplistas, polarizantes, arrojados, fantasiosos y demagógicos.
El asunto no es solo que surjan estos personajes, sino que rápidamente adquieran popularidad y credibilidad. La pregunta es ¿por qué amplios sectores de la sociedad les dan cabida y los siguen a sabiendas de lo disparatado de las propuestas?
En buena medida, la respuesta está en el desencanto frente a los líderes y partidos políticos convencionales que ofrecieron soluciones a viejos problemas y estos no solo siguen ahí, sino que se profundizan e incrementan. El hartazgo ante la impunidad y la corrupción en buena medida explica el que sectores de la sociedad busquen salidas rápidas y radicales a una situación opresiva.
Todos tenemos que ver con lo que está pasando. Los actores de gobiernos que no solo incumplen sus promesas de campaña, sino que defraudan al corromperse y velar por intereses personales y de pequeños grupos. Con ello empeñan el futuro de la sociedad y agudizan las contradicciones al postergar la solución de los problemas.
Pero, por otro lado, cuenta también el “dejar pasar” de amplios sectores de la sociedad que argumentando “el lamentable espectáculo de los políticos” se alejan de la cosa pública hasta que el futuro nos alcance. En este amplio sector van desde empresarios que confían en que sus negocios continuarán a pesar de todo, hasta jóvenes que en la visión de corto plazo pierden de vista lo que viene y lo dejan, sin considerarlo, en manos de otros.
El próximo 22 de octubre habrá elecciones en Argentina, ayer las hubo en Ecuador y Guatemala, en donde se llegó a la jornada electoral en un contexto polarizado, poco propicio al debate civilizado y además en un clima de inseguridad que obliga a la presencia ostentosa de la fuerza pública, lo que no es la mejor invitación para salir a votar en libertad.
¿Y todo lo anterior que tiene que ver con México? Habrá quien con cierta razón argumente que poco, dada la fortaleza de nuestras instituciones. Permítanme disentir, atrocidades como los recientes hechos en Lagos de Moreno y Poza Rica, para solo hablar de dos eventos de muchos que lamentablemente podemos constatar a lo largo del país, son muestras de una descomposición social ante la cual sectores de la población pronto podrían estar exigiendo orden y paz, a cambio de lo que sea, aunque eso signifique restringir derechos.
En los dos casos referidos llegamos al ejemplo claro de conductas deshumanizadas. Si uno fuera paranoico diría que hay quien está interesado en sembrar el terror. Y como en el otro tema, ¿cómo es que llegamos hasta aquí?
Si en México no atendemos a la brevedad y de fondo problemas como la inseguridad, la pobreza (no pretendiendo disminuirla con transferencias desde el gobierno a través de programas sociales), la salud, la educación y la impunidad, el desencanto se convertirá en hartazgo y pronto emergerán o se fortalecerán figuras con soluciones mágicas que se sumen a los aires que desde los cuatro puntos cardinales soplan derribando el Estado de derecho, para instaurar a nombre del “YA BASTA” un régimen unipersonal aplaudido por quienes quieren orden aunque este sea a cambio de renunciar a la libertad. Para confirmarlo están ahí los datos del estudio Latinobarómetro y otras encuestas que han medido los humores públicos al respecto.
Faltan un poco más de nueve meses para las elecciones en nuestro país. Lo que estamos viendo en otros países podría repetirse en México si quienes aspiran a ocupar puestos públicos insisten en la denostación del otro antes de poner al centro el análisis y las propuestas de solución a los grandes problemas nacionales. No es tiempo de los fenómenos en la pista del espectáculo.
POSDATA: Espero no ser ingenuo al pensar que es posible que las elecciones del próximo año conciten la participación popular como lo hizo recientemente un espectáculo televisivo, aunque en este caso no sea para entronar al más popular sino para hacernos cargo de nuestro futuro.
El autor es exsecretario ejecutivo del Instituto Nacional Electoral (INE).