Directora de México Evalúa
Comienzo con una frase del doctor José María Luis Mora, escrita en 1830: “Todo pueblo conservará su libertad mientras tenga en su poder los cordones de su bolsa. […] Sin embargo, nosotros [los mexicanos] hemos visto este punto cardinal con el mayor abandono. Del desorden ha resultado que, ni las Cámaras ni el público han podido jamás enterarse del estado de la Hacienda, y esta se ha vuelto presa del que de ella ha querido apoderarse.” (Fernando Escalante hace esta cita en su libro Ciudadanos Imaginarios, 1993, p. 215).
Pues bien estimados lectores, 191 años después, en pleno 2021, los mexicanos seguimos sin tener el control de los cordones de nuestra propia bolsa.
No importa si México es más democrático o menos democrático; no importa si hay más o menos partidos con escaños en el Congreso; no importa si un solo partido, o ninguno, tiene la mayoría; no importa si el presidente es de una ideología o de otra, y no importa si el país está en crisis o en bonanza. Nada de eso importa.
La constante es la misma: no hay límites en el ejercicio discrecional del presupuesto. El extremo de esta realidad es la existencia de un presupuesto paralelo: ingresos y gasto que no pasan por la aprobación del Congreso, mucho menos por el escrutinio ciudadano. Se fiscalizan una vez concluido el ciclo de gasto sin ninguna penalización, ni institucional, ni política, ni social. Es parte de nuestra normalidad.
Desde hace muchos años en México Evalúa identificamos este presupuesto paralelo: ingresos no programados que permitían financiar gasto no planeado. Por eso le llamamos la caja negra del gasto. Es el lugar al que va a parar una parte muy importante de nuestro ingreso, de los segmentos ricos, de los pobres, de todos. No hemos tenido el control sobre el cordón de la bolsa. Sin ese control lo que sigue es el abuso.
Más que pensar en diputados débiles o en presidentes demasiado poderosos; más que ponerle nombres y rostros a quienes nos llevaron a esto, lo relevante es identificar el origen del problema: malas reglas, pésima gobernanza e instituciones débiles. En este ámbito que es central, no hubo cambio de régimen. Sólo nuevos acomodos.
Estamos como estamos porque los gobiernos han hecho con nuestro dinero lo que se les ha dado la gana. Y esto no pinta para cambiar.
En esta administración el presupuesto paralelo se ha hecho delgadito porque los ingresos se han quedado por debajo de la meta. Lo que encontramos en distintos rubros de vital interés para nosotros los ciudadanos –educación, salud– son subejercicios sistemáticos. En el primer año, explicables por una curva de aprendizaje muy empinada; en los siguientes, por falta de pericia para gastar, por la misma caída en ingresos, o por reasignaciones que responden a las prioridades del presidente. De la bolsa para la salud es probable que hayan salido recursos para las bolsas de Pemex y CFE. Los sub y sobrejercicios siguen siendo una constante, lo que refleja la inmadurez de nuestra planeación presupuestal y lo laxas que son las reglas para reasignar sin límite y sin rendición de cuentas.
El presidente tiene al Congreso incondicionalmente con él. Si hace adecuaciones a mitad del ejercicio es porque su secretario de Hacienda no pudo integrar un paquete de gasto consistente con las preferencias de su jefe. O no tiene la manera de lograr disciplina entre los ejecutores de gasto. Pues bien, ni aun teniendo una maquinaria de aprobación sin juicio y reflexión, el presidente puede sostenerse atado a su propio plan de gasto.
Mi colega Mariana Campos y su equipo en México Evalúa, que hacen seguimiento puntal de las finanzas públicas a nivel federal, identificaron movimientos muy llamativos en el gasto del último trimestre del año pasado. Después de registrar subejercicios a lo largo de 2020 en distintos rubros, el último cuarto del año la tendencia cambió: se gastó más de lo programado para el periodo y buena parte de esos recursos se depositaron en fideicomisos. Sí, esta figura tan castigada por el presidente, pero que usa cada que le resulta conveniente. Recursos en fideicomisos en etapa electoral. Hay que tomar nota.
El hecho es que incluso con la honestidad valiente, los recursos se asignan con un enorme margen de discreción y con mecanismos de rendición de cuentas muy débiles. Regresemos al punto: no importa el signo del partido gobernante, ni la composición de la Cámara legislativa, hay abuso porque el marco legal e institucional es débil frente a las pretensiones de quien detenta el poder.
En este marco se busca introducir cambios en materia impositiva porque las finanzas públicas acusan una debilidad no vista en años. Buscarán nuevamente abrir nuestros bolsillos para sacar más sin que nos den ninguna garantía de que esos recursos generarán valor. Creo que sería pertinente que los contribuyentes buscáramos control sobre los cordones de nuestra bolsa. Exigir reformas a la institucionalidad de gasto vigentes antes de que nos la vuelva a aplicar. El propósito es acercarnos en lo posible al precepto de que no puede haber pago de impuestos sin la debida representación o la debida institucionalidad. ¿Acaso podremos lograrlo?, ¿al menos intentarlo?