Eduardo Guerrero Gutiérrez

García Harfuch en seguridad: ¿podemos ser optimistas?

La probabilidad de que se genere una dinámica de cooperación entre la SSPC, Defensa, Marina y FGR es alta, lo cual tendrá un impacto positivo en sus niveles de eficacia.

Varios factores en la trayectoria profesional de Omar García Harfuch (OGH), y sobre el momento y la manera cómo arriba a la Secretaría de Seguridad federal, apuntan a que se trata de un nombramiento singular y esperanzador.

El primer factor, y quizás el más importante, es que el próximo secretario de Seguridad es, actualmente, el funcionario que parece más cercano y goza del respeto de la próxima presidenta de México. Un hecho confirma lo anterior: OGH fue quien Sheinbaum seleccionó como su relevo idóneo en la CDMX. El que la candidatura de OGH no se haya concretado es otra historia. Lo relevante es que, para Sheinbaum, OGH era su mejor sucesor.

Lo anterior tiene varias implicaciones importantes. La primera es que Sheinbaum valoró altamente su desempeño como responsable de la seguridad. Segunda, el exsecretario cuenta con la confianza de la próxima jefa del Ejecutivo. Tercera, entre Sheinbaum y Harfuch existe una sólida conexión en dimensiones cruciales de gobernanza como estilo de gestión, visión estratégica y escala de valores.

Ahora bien, en términos prácticos, una de las consecuencias más obvias e importantes de este primer factor es que OGH participará en los nombramientos de los titulares de las dos secretarías militares, Defensa y Marina; y, en su momento, también será solicitada su opinión para un tercer nombramiento crucial: el o la titular de la Fiscalía General de la República (FGR). Para ocupar este cargo, la candidata que se perfila, una vez que Alejandro Gertz se retire o concluya su periodo, es Ernestina Godoy, quien trabajó con OGH desde la Fiscalía de la CDMX.

Como sabemos, la facultad de nombramiento (junto con la de remoción) es central para generar una sólida relación de autoridad entre el designador y el designado. De modo que la participación de OGH en esos tres nombramientos le otorgará un estatus informal de mando superior entre los titulares de las cuatro agencias, y a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) se le considerará, también de manera informal, cabeza de sector. Más allá de que probablemente l@s cuatro funcionari@s compartan una visión sobre la orientación general de la estrategia en su conjunto, y cómo deberá ser evaluada y corregida durante su implementación, la probabilidad de que se genere en la práctica una dinámica de cooperación y coordinación entre las cuatro agencias (SSPC, Defensa, Marina y FGR) es alta, lo cual tendrá un impacto positivo en sus niveles de eficacia.

Lo anterior, por sí solo, es una gran noticia para las perspectivas de la seguridad en nuestro país durante el próximo sexenio.

Ahora bien, otro par de factores apuntan también a una mejora potencial en el diseño e implementación de lo que será la nueva estrategia nacional de seguridad. Por un lado, OGH es un mando policial con capacidades probadas. No se trata solamente del funcionario bien preparado y experimentado –que tuvo un ascenso meteórico en la extinta Policía Federal, y dirigió después la Agencia de Investigación Criminal, y luego saltó a la jefatura de la Policía de Investigación de la entonces Procuraduría de la CDMX, y finalmente se hizo cargo de la Secretaría de Seguridad de la CDMX–, sino de un mando que ya dio excelentes resultados en la complicada y políticamente sensible CDMX (e.g., la reducción del homicidio rebasó 50 por ciento y la reducción de la percepción de inseguridad fue mayor a la del promedio nacional).

Por otra parte, se trata de un funcionario que, a lo largo de su desempeño como secretario de Seguridad de la CDMX, propició una excelente dinámica de trabajo conjunto con las agencias de investigación e inteligencia de Estados Unidos, lo que contribuyó a impedir la operación de los dos grandes cárteles en la metrópoli, y con ello reducir los delitos de alto impacto. Dado el extremo grado de descomposición institucional que se observa en las agencias locales de seguridad, será fundamental que el próximo gobierno busque fórmulas más ambiciosas y amplias de colaboración con los estadounidenses, que le permitan emprender un gran esfuerzo de pacificación a lo largo del país, y que le ayuden, además, a arrebatarle al crimen el control territorial que posee en varias zonas del país.

En suma, OGH tiene la mesa puesta para avanzar con velocidad en materia de seguridad. Contará con la confianza plena de la presidenta Sheinbaum; tendrá ascendencia sobre los mandos militares y, posteriormente, la FGR le brindará también un apoyo irrestricto. Contará con la disposición de colaboración de las autoridades de Estados Unidos y, finalmente, estarán en su bando partidista 24 de las 32 gubernaturas, lo cual facilitará las cosas, aunque apuesto que las ocho entidades restantes estarán también puestas para colaborar con OGH, dadas las graves amenazas que enfrentan por parte del crimen organizado.

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