Hay mucha tela de donde cortar en la declaración de Ismael el Mayo Zambada que ha circulado desde el sábado pasado. De entrada, se trata de un texto detallado, coherente, que embona bien con la información que ya teníamos sobre el caso, y que coloca nuevas piezas del rompecabezas en la mesa.
Un alto número de revelaciones es de carácter factual y tiene que ver con el método con que orquestó la traición su ahijado Joaquín Guzmán López. Zambada describe con precisión cómo le tendieron la trampa. Fue una acción escrupulosamente planeada y ejecutada. La solicitud que le hicieron de que auxiliara en la resolución de una disputa política le resultó creíble por la cercanía que guardaba con los personajes en conflicto: Rubén Rocha, actual gobernador de Sinaloa, y Héctor Cuén, exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y diputado federal electo (PAN-PRI-PRD). Joaquín Guzmán calculó bien que sólo una (supuesta) reunión de este nivel y trascendencia funcionaría como anzuelo para que el Mayo saliera de la sierra y fuera secuestrado.
Destaca en la narración la presencia de Héctor Cuén en uno de los ranchos de Los Huertos del Pedregal, lugar donde citaron al Mayo. Seguramente cuando Zambada se percató de que ahí se encontraba su amigo, caminó con más aplomo en su ruta a las fauces del lobo. Destaca también el hecho de que el Mayo gozara de protección estatal pues, como él mismo narró en su declaración, lo acompañó en el trayecto a la supuesta reunión el oficial José Rosario Heras López, comandante de la Policía Judicial del Estado de Sinaloa, quien era uno de los integrantes de su guardia personal.
En el caso de Rocha, no sabemos si su nombre sólo fue utilizado para maquinar el plan o si él estuvo enterado. Dada la cautela con la que se movía el Mayo no es difícil suponer que su equipo de seguridad cruzó señales con el equipo de Rocha sobre la celebración de la reunión, y que éste les diera luz verde (o quizá las ignorara). Por otra parte, llama la atención también que la fiscalía estatal intentara deslindar al Cártel de Sinaloa del asesinato de Héctor Cuén, al difundir la versión falsa de que su asesinato estuvo vinculado con una tentativa de robo. En perspectiva, ese asesinato parecería un favor o gesto de cooperación de Joaquín Guzmán (o de los Guzmán) con el gobernador, pues Cuén era considerado uno de sus principales adversarios políticos.
Aquí vale la pena subrayar un tema relevante. Con la información que disponemos hasta ahora, la traición al Mayo sólo se le puede adjudicar a Joaquín Guzmán. La autoría de esta acción no se le puede hacer extensiva al resto de los hermanos o a la familia Guzmán. El Mayo fue invitado a la reunión por Joaquín. No es cierto, como se ha dicho, que la invitación fuera de Los Chapitos o de la familia Guzmán. Este no es detalle inocuo. Por el contrario, se trata de un dato crucial, pues gracias a él el resto de Los Chapitos podría deslindarse de la traición, y alegar convincentemente al interior del cártel que se trató de una acción armada exclusivamente por su hermano Joaquín. En su relato el Mayo menciona que Joaquín le indicó que a la reunión con Cuén y Rocha asistiría su hermano Iván Archivaldo, pero el Mayo nunca confirma que él se haya presentado al encuentro.
Las dos últimas líneas del mensaje del Mayo son críticas, pues ahí llama a los sinaloenses “a la mesura y a mantener la paz”, y agrega, “nada se resuelve con violencia; ya hemos recorrido ese camino y todos perdemos”. Este llamado del Mayo a sus huestes es importante por la autoridad simbólica y real que aún posee dentro de las filas de ese gran conglomerado de organizaciones y familias que es el Cártel de Sinaloa. Sin embargo, la orden de Ismael Zambada será acatada por su familia siempre y cuando se cumplan dos condiciones: primero, que la familia Guzmán no intente apoderarse de territorios bajo su dominio durante los próximos meses, y segundo, que ocurra algún tipo de acción de desagravio de la familia Guzmán hacia la familia Zambada. En caso de que los Guzmán no realicen esta acción de desagravio, serán entonces los Zambada quienes buscarán concretarla, y sería la acción que podría detonar la guerra.
Se avecinan entonces meses en los que se vivirá una especie de ‘guerra fría’ al interior del Cártel de Sinaloa. Meses en los que se configurarán dos grandes facciones que se prepararán, como ya lo están haciendo desde hace un par de semanas, para una posible guerra. Cada bando acumulará armas, reclutará sicarios e intentará alianzas con actores externos de carácter diverso. El temor a la devastación mutua será el único freno para iniciar hostilidades. Será una ‘guerra fría’ que podría durar meses o años; será en todo momento un equilibrio definido por su alta fragilidad.