Bien explicaba el Dr. Reich (2005), en su texto sobre el acceso a los servicios de salud: "Cuando me acerqué como paciente al Sistema de Salud, aprendí más de él que los años que llevo estudiándolo". Tras años de estudiar al Sistema de Salud Mexicano, por circunstancias personales tuve la oportunidad de padecerlo y obtener información de primera mano.
Llegar a una Clínica del IMSS a su servicio de Urgencias y encontrar que tenía un promedio de tiempo de espera de tres horas y cuarto, independientemente del tipo de emergencia que se presentara: para quien llevaba dolor de cabeza secundario a gripa, una falla orgánica relacionada con falta de insulina por diabetes mellitus mal tratada, un dolor agudo de origen neuronal secundario a una inflamación del nervio ciático. ¿Existía "triage" (evaluación que se hace a los pacientes en Urgencias para clasificar al paciente) en ésta clínica? Sí, pero estrictamente tomaba signos vitales (peso, temperatura y tensión arterial), sin filtrar prioridades.
Seguía el calvario, diez horas de espera por transporte de dicha clínica al Hospital General de Zona del Sur con especialidad en ortopedia. Una vez que se dio, gracias a que los traslados en ambulancia "tienen prioridad". ¡Únicamente se presentó una espera de dos horas y media en la camilla, en un pasillo, sin medicamento y obviamente sin atención alguna! La sorpresa no fue menor ni más amarga posible, pues con ausencia total de empatía o preocupación por el paciente, el médico indicó un analgésico intravenoso y el alta clínica; sin los estudios específicos que habían motivado el traslado, sin valoración y sin exploración médica. Aunado a la frustración hubo la necesidad de salir con mi paciente que no contó siquiera con una silla de ruedas (dado que no había disponibles), a buscar un taxi, con el mismo problema de salud previo a los días entre médicos y hospitales. Un detalle a mencionar: el paciente es médico especialista, con un muy alto nivel de información.
Hasta aquí el relato y el inicio de la reflexión; exactamente tras diez años de trabajar en temas relacionados con financiamiento en salud y gastos catastróficos; en una sala de espera, observar a una madre con su hijo de cuatro años, semi inconsciente, que tras dos horas de espera salió de la clínica con destino a un hospital privado, comprendí entonces bajo qué circunstancias las personas aseguradas, no deciden, se ven obligadas a gastar por la falta de respuesta oportuna de los servicios públicos y poniéndose en alto riesgo de sufrir gastos catastróficos por motivos de salud.
El gasto de las familias aún representa cerca de 48% del gasto total en Salud; es de llamar la atención que 2 de cada 5 mujeres aseguradas, deciden atender su parto en servicios privados. Con 97% de cobertura nominal en salud, cerca de 43% con Seguro Popular y 50% del Sistema de Aseguradores Públicos, entonces ¿Qué genera el gasto de bolsillo en salud?
Los incentivos en la Política de Salud han seguido al paciente en el sentido de ayudarle a ejercer demanda por servicios, pero no hay un cambio estructural en la oferta. Bajo nivel de inversión en infraestructura pese a la implementación de Seguro Popular y la canalización de recursos en este sentido.
El gasto de bolsillo no disminuirá pese al esfuerzo en la mejora de la atención de la Secretaría de Salud y de las políticas en los grandes aseguradores públicos (IMSS, ISSSTE, etc), mientras los servicios sustantivos de salud no tengan rendición de cuentas adecuada y gestión oportuna, pues prevalece la insatisfacción por parte del usuario. Sin considerar la falta de provisión en farmacia y el manejo discrecional de la información.
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