Universidad Iberoamericana de Puebla, Puebla contra la Corrupción e Impunidad.
No cabe duda de que la venta de Citibanamex anunciada el martes pasado es una de las noticias más importantes de la semana, quizá del mes. Y es que Banamex es el banco más longevo del sistema financiero mexicano (el otro, Banco de Londres, México y Sudamérica fue evolucionando con el tiempo y cada vez es más difícil rastrear su historia institucional hasta nuestros días), cuya fundación fue en 1884. Tiene entonces 138 años de existencia. No cualquiera.
De 1982, cuando el Estado mexicano expropió la banca comercial mexicana (salvo la filial mexicana del Citibank), Banamex fue reprivatizado por el grupo que encabezaba Roberto Hernández y Alfredo Harp Helú en 1991. Luego, estos accionistas intentaron adquirir Bancomer cuando el grupo que lo llevaba, encabezado por Eugenio Garza Lagüera que lo adquirió en la reprivatización, lo pusiera a la venta. El gobierno mexicano rechazó esa posibilidad pues en ese momento hubiera permitido que Banamex-Bancomer se convirtiera en el superbanco de México, con alrededor de 60 por ciento del mercado financiero mexicano. Regular a una entidad con esa fuerza sería muy difícil. El gobierno de Ernesto Zedillo determinó que la concentración de tal poder monopólico sería riesgoso y dañino para los consumidores y para el sistema financiero mexicano, por lo que no autorizó la operación de compra-venta.
Vino entonces la adquisición de Bancomer por parte del grupo BBVA de España en 2000, y al año siguiente la venta de Banamex a Citigroup de Estados Unidos. México había perdido a sus dos bancos más grandes e importantes, lo que significó críticas de algunos al gobierno de Zedillo.
La noticia del martes abre una serie de cuestiones importantes, más allá de si la razón de la venta fuera parte de una estrategia global del corporativo norteamericano (como se anunció oficialmente), o si respondió a la pérdida de mercado de Citibanamex en el sistema financiero mexicano en los últimos años (perdió 4.1 por ciento en su participación de los préstamos), o si reaccionó a ciertas señales del gobierno respecto del control de las comisiones (como sucedió en las Afore), o a las pobres perspectivas de la economía en los próximos años.
En primer lugar, Banamex tiene importancia sistémica. Es decir, es un banco de tal magnitud que se debe tener especial cuidado en quien lo lleva. Es un banco “demasiado grande para quebrar” o “too big to fail”. Si el banco no se maneja bien, el riesgo que corre la economía mexicana puede ser de magnitudes insospechadas. En los 90, tras la reprivatización, algunos nuevos banqueros manejaron muy mal sus bancos recién adquiridos y terminaron causando un gravísimo daño al sistema financiero. Más de 70 por ciento del costo del Fobaproa se debió a seis bancos (Inverlat, Serfin, Unión, Cremi, Banpaís y Bancrecer) cuya participación en el capital del sistema era de apenas 35 por ciento (de mi autoría, Realidades y mitos de la privatización, crisis y rescate bancario https://ceey.org.mx/wp-content/uploads/2018/10/Privatización-crisis-y-rescate.-Tomo-I.pdf). No cualquier grupo puede comprar Banamex.
Además, las autoridades mexicanas (y, por otros motivos, las estadounidenses) tendrán que poner mucho ojo en quién es el comprador del banco. Como dirían los ingleses, quienes lo compren deben cumplir con el requisito de ser “fit and proper” (capaz o competente y correcto o apropiado) para manejar un banco tan grande, con implicaciones enormes para el sistema financiero mexicano, con experiencia y probidad. Algunos de los compradores de bancos, afortunadamente pequeños, resultaron ser unos pillos y pusieron en peligro el sistema bancario en su conjunto durante la crisis de 1994.
Las autoridades reguladoras deben tener una comunicación directa con muchísimos actores del sistema financiero, pero especialmente con los actores más relevantes. Por tanto, quien controle Banamex debe ser un buen interlocutor con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y con el Banco de México.
Tercero, se debe tener cuidado especial en la modificación de la estructura de mercado. Al ser Banamex el tercer banco más grande del sistema (atrás de BBVA y Banorte), quien lo compre adquirirá, automáticamente, poder de mercado enorme. Por eso es muy difícil que BBVA lo pueda adquirir, pues llegaría a controlar entre 36 y 38 por ciento del mercado nacional. Incluso se vería complicado que Banorte, la segunda institución más grande del sistema, lo hiciera. Se ve menos difícil que Inbursa, Santander o Scotiabank pujaran por Banamex y, de adquirirlo, competirían con BBVA por el liderazgo en el sistema financiero mexicano.
Por último, convendría en principio que mexicanos recuperaran el tercer banco más importante de México. Dado que es un banco de carácter sistémico, en principio es preferible que nacionales lo controlen, justamente por su supuesta mayor sensibilidad a lo que ocurre en el país. No es garantía, en lo absoluto, pero creo que ayudaría en momentos de crisis.