Sabemos que la economía está recuperando muy lentamente su dinamismo y que su nivel por habitante de 2018 no llegará sino hasta 2025 o 2026. Dentro de este panorama, se ha considerado que un motor de nuestra economía que hará menos difícil la recuperación es el sector exportador. El comercio exterior, y en particular la exportación, ha sido motor de crecimiento desde que inició el TLCAN en 1994 y ha transformado la estructura económica del país.
Sin embargo, ese protagonismo se debe principalmente a que “en tierra de ciegos el tuerto es rey”, y no consideramos el asunto de la inflación. Es el sector que más ha crecido, cierto, pero no tanto como se piensa. Eso sí, se ha desempeñado mejor que el resto de la economía. Por ejemplo, con datos de Banco de México, de 2005 a la fecha el valor de las exportaciones ha crecido 3.1 por ciento cada año en promedio, mientras que la economía apenas creció a 1.7 por ciento.
En los últimos cuatro años, el sector exportador se ha estancado. Si bien su valor ha crecido casi 20 por ciento en dólares, lo que parecería aceptable, en realidad el volumen exportado (es decir, toneladas de aguacate, número de autos, toneladas de plata, etcétera) apenas aumentó 4.7 por ciento en cuatro años. Eso equivale a 1.2 por ciento cada año. ¡Y este es el sector dinámico de la economía!
¿En dónde está la caída del volumen de bienes exportados? En primer lugar, las exportaciones petroleras llevan decenios contrayéndose. Por eso, la reforma energética del Pacto por México buscó revitalizar el sector con inversión privada en donde Pemex no es competitivo. Eso ya se fue al traste con la política energética actual de privilegiar la refinación y fortalecer el monopolio de Pemex. Así, la caída del volumen de exportaciones petroleras es de menos 22 por ciento en solamente cuatro años. No hay manera, con la política actual, de mejorar ese desempeño en el mediano plazo.
Las exportaciones que mejor salen libradas son las manufactureras, especialmente las no automotrices. Otra vez es curioso. Siempre se pone de ejemplo al sector automotor como el gran motor exportador, y por muchísimos años lo fue. Actualmente ya no lo es. Sus exportaciones se han estancado en los últimos cuatro años. De hecho, se ha reducido 4.2 por ciento en volumen.
Son las demás exportaciones manufactureras (las no automotrices) las que han sido más dinámicas en los últimos cuatro años. Han aumentado, en volumen, 16.7 por ciento (3.9 por ciento en promedio anualmente). Por último, las exportaciones agropecuarias, que también habían sido un gran motor exportador por muchos años, han disminuido su volumen exportado casi 10 por ciento en los últimos cuatro años.
¿Qué está sucediendo? ¿Por qué el sector exportador realmente se está estancando? Sin duda hay muchas razones específicas, pero se pueden aventurar algunas más de tipo general. Primero, la inversión está inhibida desde hace años. Comenzó con las amenazas de Trump para denunciar el TLCAN y provocar el regreso de inversiones a Estados Unidos (por ejemplo, la cancelación de la planta de Ford en San Luis Potosí). Y luego siguieron las señales desde Palacio Nacional, desde antes de que López Obrador tomara posesión. Tal fue el caso de la cancelación del NAIM en octubre de 2018, de Constellation Brands y decisiones importantes basadas en sus consultas a modo. Luego la política energética, con una CRE descabezada de sus funcionarios independientes y el uso de resoluciones reglamentarias y operativas que violan el TMEC y que ha dado lugar a cientos de amparos y la judicialización internacional de muchos proyectos. Ahí la operación y la inversión enfrentan grandes obstáculos. El sector agropecuario también ha sufrido por la reducción de los subsidios de Procampo y por el cobro de piso y extorsiones crecientes por el crimen organizado. El alto precio del aguacate y del limón son apenas muestras parciales de lo que está ocurriendo. Afortunadamente hay otras exportaciones manufactureras que están creciendo, las no automotrices, aunque no a la velocidad que suponíamos.
El estancamiento del sector exportador debe preocupar porque es de los pocos motores de la economía y está fallando. Su estancamiento se refleja en la lenta recuperación de la actividad económica. Con un magro crecimiento se acumula al empobrecimiento de la gente, más desempleo, deterioro del nivel de vida, más migración y más criminalidad. Esas son las consecuencias.
El gobierno ha decidido apostar solamente por un aeropuerto que no funciona y pierde dinero; por una refinería que no producirá gasolinas por un buen tiempo y a un sobrecosto; por un tren turístico que destruye el patrimonio y cuya construcción está detenida por litigios legítimos. Lo demás, que cada quien se rasque con sus uñas. Si a eso se le agrega el debilitamiento de los contrapesos constitucionales, empezando por la Suprema Corte de Justicia y los órganos autónomos, la militarización, los presuntos vínculos con el crimen organizado y la selectividad en la procuración de justicia, se forma un coctel que lo que provoca es incertidumbre, baja inversión, y menos actividad económica. Cuidado.
Universidad Iberoamericana de Puebla y Universidad de Guadalajara.