Mucha gente piensa que México está destinado a tener millones de pobres siempre. Que no es posible salir de la situación en la que nos encontramos. Que nunca dejaremos de ser un país de ingreso medio, con gran desigualdad y exclusión. Les tengo una buena y una mala:
La buena noticia es que eso no es necesariamente cierto. Sí es posible desarrollar un país para que toda su población acceda a servicios básicos de calidad, que tenga una vida digna y próspera. Sí se puede salir del subdesarrollo y la mediocridad. La mala noticia es que ello toma varios decenios de trabajo consistente, sostenido, para lograrlo. Es difícil, toma tiempo, pero sí es posible.
Tenemos un ejemplo bastante cercano que vale la pena considerar. En los años cincuenta, España y México tenían casi los mismos niveles de PIB per cápita. De acuedo con datos del Banco Mundial, en 1960, a precios de la época, México tenía un PIB por habitante de 345 dólares, mientras que el de España era de 396. La brecha era muy pequeña. En los años sesenta, España se abrió al comercio internacional y a la inversión extranjera. En esos años, bajo la dictadura franquista, intentó adherirse a la joven Comunidad Económica Europea (CEE), pero hubo oposición de varios de sus miembros justamente por no ser un Estado democrático. No obstante, la apertura comercial y la inversión extranjera le permitieron registrar un crecimiento económico más rápido en esos años que el observado en la década anterior.
Después de casi 10 años de intentar infructuosamente adherirse a la CEE por el régimen político y de derechos humanos existente bajo Franco, lo único que logró España, ya en 1970, fue un acuerdo económico preferencial en que la Comunidad Económica Europea redujo 30 por ciento los aranceles a la mayor parte de las exportaciones españolas, que le abrió parcialmente las posibilidades de exportación al mercado europeo.
La economía española comenzó su despegue. Para mediados de los años setenta, el PIB español era de más del doble que el de México. A precios de la época, México tenía un PIB de mil 476 dólares en 1975, mientras que el de España era ya de 3 mil 210 (Banco Mundial. Si tomamos precios constantes, la brecha es semejante).
En medio de la transición política, tras la muerte de Franco, España volvió a solicitar su adhesión a la CEE. Mientras llevaban a cabo las negociaciones, España tuvo que establecer instituciones, modificar sus reglas, y adoptar diversos convenios internacionales en referencia a su régimen político y de respeto a los derechos humanos. Durante los siguientes seis años (1975-1981) continuaron las negociaciones y un profundo proceso de transformación interna en España. Se consolidó su Estado de derecho, se adaptaron y modernizaron instituciones, leyes y ordenamientos en diversos ámbitos para equipararlos a orden de los países más avanzados como Alemania, Francia, Bélgica y Holanda. En 1985 finalmente entró a la CEE. Ello, junto con crecientes inversiones, permitió el rápido desarrollo de España que también fue contagiada por la euforia inmobiliaria internacional. Le ha costado mucho recuperarse de ella. Actualmente, en 2021, con el alargado estancamiento de nuestra economía y la difícil recuperación española después de la gran recesión de 2008, México tiene un PIB por habitante de 9 mil 926 dólares, al tiempo que el español es de 30 mil 115 dólares por persona. La diferencia del PIB per cápita es de tres a uno.
México también entró tardíamente a un proceso modernizador al incorporarse al GATT en 1985 y luego en la negociación del TLCAN a inicios de los 90. Sólo era un tratado comercial y de inversión. Lamentablemente, no requería, como en el caso español, cumplir ningún requisito de democratización del país, de respeto a los derechos humanos ni de participación formal en los ámbitos legislativos. De cualquier forma, México avanzó en la creación de instituciones como el Inegi, el IFE, el INAI, la Cofece, el IFT, el Coneval y el recientemente extinto INEE. Con el Pacto por México se creó un mercado de bienes y servicios energéticos tras casi 100 años de monopolio estatal. Pero no ha sido suficiente. Incluso hoy están amenazados.
España lleva casi 40 años con instituciones modernas, equiparándose todo el tiempo con las más avanzadas, y se nota. En México, lamentablemente, los órganos reguladores, de evaluación, de garantía de nuestros derechos, son más jóvenes y están constantemente desafiados por el poder político. Hoy, el débil Estado de derecho, la violación de los tratados internacionales y de la Constitución por el mismo presidente y por sus altos funcionarios con total impunidad, el flirteo del presidente de la Suprema Corte con el Ejecutivo, la cercanía de éste con el narco y la militarización del país no son, en lo absoluto, factores que faciliten nuestro desarrollo.
Al cabo de 50 años, España logró remontar su situación de economía atrasada, proveniente de un régimen autoritario. Hoy, han consolidado su Estado de derecho y la garantía para sus ciudadanos de oportunidades y de una vida digna y próspera. México, de proponérselo verdaderamente, también lo puede hacer.