Imagine por un momento que ya se hubiera efectuado la reforma constitucional propuesta por el presidente de la República y se hubieran eliminado los diputados plurinominales.
Con los resultados electorales del 6 de junio y con una Cámara de 300 integrantes, Morena y sus aliados habrían obtenido 186 curules, que representarían 62 por ciento del total. Necesitarían los votos de 13 legisladores más para conseguir la mayoría calificada.
Lo singular es que esta representación la habrían obtenido con apenas poco más de 42 por ciento de los votos.
Es decir, en un esquema sin plurinominales, el bloque de la 4T podría tener una sobrerrepresentación de alrededor de 20 puntos porcentuales en la Cámara.
Cuando se ven estas cifras se entiende el porqué de la iniciativa presidencial.
López Obrador no es el primero que ha querido reducir los plurinominales.
El descrédito de la figura de los diputados condujo a que tanto un gobierno panista como el de Felipe Calderón o uno priista, como el de Enrique Peña, hayan explorado la idea de cancelar o al menos reducir el número de legisladores plurinominales.
La historia de los impopulares plurinominales es en buena medida la historia de la democracia mexicana.
Veamos.
Durante el régimen de Adolfo López Mateos se reformó la Constitución para crear la figura de los llamados ‘diputados de partido’, con el propósito de abrir la Cámara a otras voces pues casi en su totalidad eran del PRI.
Las curules las obtendrían los partidos políticos registrados que obtuvieran más de 2.5 por ciento de la votación nacional. Se comenzaría con cinco legisladores y se agregaría uno por cada medio punto adicional de la votación hasta llegar a un tope de 20 diputados totales por cada partido.
En 1964, el PAN, virtualmente el único partido opositor, alcanzó la mayor cifra de diputados hasta entonces, al llegar a 20, cuando se aplicó por primera ocasión esta fórmula.
Al paso de los años, la fórmula se ajustó para bajar el mínimo a 1.5 por ciento y topar a 25 diputados.
El gran cambio, sin embargo, vino con la reforma política de 1977 instrumentada por don Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación del gobierno de López Portillo, con la que se crearon los diputados de representación proporcional o plurinominales.
Inicialmente fueron 100 legisladores en una Cámara de 400 integrantes. La legislatura de 1979 con la que arrancó esta reforma condujo a que el PRI tuviera la menor proporción de diputados de toda su historia, con 296 de 400, es decir, 74 por ciento.
En esa legislatura, por primera vez hubo representación en la Cámara de siete partidos políticos, algunos de los cuales habían operado en la ilegalidad, como el Partido Comunista Mexicano, que obtuvo su registro legal y con 18 diputados quedó como la tercera fuerza política del país.
Una reforma constitucional en 1986 volvió a modificar la estructura de la Cámara y elevó a 200 el número de diputados plurinominales.
En una sociedad compleja y diversa como la que tenemos ahora, en la que tendremos legisladores de siete partidos políticos, pensar en regresar a un esquema previo a 1963, es decir, exclusivamente con representación de diputados de mayoría relativa, implicaría un enorme retroceso… nada más de 68 años.
Aunque ayer los partidos que forman la Alianza Va por México (PAN-PRI-PRD) expresaron su oposición a las reformas propuestas por el presidente, la tentación de apoyar esta propuesta puede ser mayor que en otros casos.
La razón es que resulta popular. La mala imagen de los diputados y de los partidos conduce a que la gente respalde iniciativas que impliquen quitarles apoyo y presupuesto.
Sin embargo, preservar en los próximos años la democracia mexicana implica no caer en ‘la trampa’ de pretender suprimir los plurinominales.
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