Estamos en plena tercera ola de la pandemia por Covid-19. El crecimiento en el número de contagios en México se ha ido para arriba.
Ayer se reportaron 13 mil 853 nuevos casos, una cifra superior en 24 por ciento a la registrada una semana antes.
El número de fallecidos, aunque menor a las cifras que tuvimos en enero, va creciendo muy rápidamente. Ayer se reportaron 341, lo que implica un crecimiento de 56 por ciento contra la cifra de siete días antes.
Hay otras tendencias que no pueden obviarse, como el crecimiento en el número de hospitalizados, que, por ejemplo, en la red IRAG, de enfermedades respiratorias (aun faltando 174 hospitales de reportar) presenta un alza de 34 por ciento respecto al mismo día de la semana previa.
Este cuadro nos obliga a preguntarnos qué hacer en esta coyuntura.
Van algunas ideas básicas para poder elaborar la respuesta.
1.- No podemos regresar al tipo de confinamiento que tuvimos al comenzar la pandemia. No se requiere que cerremos la economía para controlar los contagios. Ni podemos hacerlo plenamente ni tampoco la sociedad lo admitiría. Los confinamientos generalizados deben ser descartados. En eso coincido con la autoridad federal.
2.- No podemos no hacer nada. Si se piensa que ahora quienes se enferman son exclusivamente los más jóvenes y por lo tanto menos susceptibles de agravarse, es un error. Prueba de ello es el número de muertes por Covid que aún se presentan. Aun sin considerar los fallecimientos excedentes, el promedio de los últimos siete días fue de 237. No podemos normalizar esa cifra, que además va creciendo, aceptándola como inevitable.
3.- Existen muchas personas vulnerables, sea por edad o por las comorbilidades que padecen y que no han sido vacunadas. De acuerdo con el último censo, hay casi 28 millones de personas mayores de 50 años, que en su mayoría ya debieran estar plenamente vacunadas. Y, sin embargo, aun considerando a los de menos de esa edad, el total de personas vacunadas con esquema completo es de alrededor de 22 millones.
4.- La mejor estrategia para impedir que el disparo de los contagios afecte a la economía es acelerar el proceso de vacunación. Obviamente no hay 19 millones de vacunas extraviadas, pero sí ese volumen sin poderse aplicar debido a la falta de capacidad para hacerlo. Si el proceso se descentralizara, podríamos avanzar mucho más rápido.
5.- México se ha distinguido por no hacer suficientes pruebas. Un esquema de confinamientos localizados y limitados requiere que el número de pruebas se multiplique. Seguimos siendo de los países que menos pruebas hacen, alrededor de 62 mil por cada millón de habitantes. Soy escéptico de que eso suceda debido a que implicaría dar un giro en la lógica de toda la pandemia.
6.- Para evitar el disparo de los contagios se deberían rediseñar las medidas aplicadas en espacios cerrados. Quitar el énfasis a la sanitización de superficies y toma de temperaturas y poner énfasis en la ventilación y la medición de la concentración de CO2.
7.- El gobierno ha abandonado la promoción del uso del cubrebocas, aun en esta etapa en la que hay un cierto porcentaje de personas vacunadas. No le gusta usarlo al presidente, por lo que no creo que vaya a darse un cambio por parte de las autoridades federales, ya que implicaría dar un giro a las estrategias mantenidas a lo largo de la pandemia.
8.- En la discusión del retorno a clases presenciales, que se va a intensificar en las próximas semanas, en la medida que se acerque el inicio del año escolar, no se está haciendo el trabajo para tener un diagnóstico cuidadoso de los inmuebles y sus condiciones (al menos no se ha informado de su realización) para asegurarse que cuentan con elementos indispensables para operar con seguridad.
Pareciera que la decisión de regresar a los niños y jóvenes a los planteles tiene más que ver con una cuestión política que con asuntos de orden académico y de seguridad sanitaria.
Tiene todo el sentido discutir el cómo lograr que esta nueva ola de la pandemia pueda ser manejada para tener el menor impacto posible en la recuperación de la economía.
Pero, una cosa es el deseo y otra el trabajo para asegurarse que el impacto sea el menor.
Y, ese trabajo, con frecuencia es el que no nos gusta hacer en México.
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