Las cifras económicas del año 2021 pueden ser muy engañosas. Pueden hacernos creer que la economía va hacia arriba, cuando en realidad anda dando traspiés.
El caso más obvio son los datos del crecimiento del PIB, de los cuales informó el Inegi hace pocos días.
De acuerdo con ese cálculo, la economía mexicana creció a una tasa anual de 19.6 por ciento en el segundo trimestre de este año. Se trata de la tasa anual más elevada desde que este indicador se calcula en México.
Mejor olvide usted este dato porque en realidad deforma la percepción de la dinámica económica.
Quizás sería mejor comparar el nivel del PIB del periodo de referencia con las cifras de 2019. En ese caso, en lugar de un espectacular crecimiento observamos una caída de 2.8 por ciento.
Y si la comparación se hace contra el segundo trimestre, pero de 2018, aun así hay una caída, de 2.6 por ciento.
Es decir, no vamos para arriba.
Veamos ahora con más detalle la composición del crecimiento.
El nivel de producción en el sector industrial se encuentra 4.4 por ciento por abajo del que teníamos en 2019. En el caso del sector terciario, estamos solo 2.0 por ciento por abajo.
Hace algunos meses esperábamos que fuera la industria manufacturera, conectada de manera más directa con el sector exportador, la que remolcara al conjunto de la economía mexicana.
Y hoy estamos observando que es el sector terciario, es decir, el comercio y los servicios, el que lleva la carga principal de la recuperación.
Con los datos del PIB al segundo trimestre, también se puede observar que, en junio, lo más probable es que tenga que ajustarse a la baja el indicador oportuno que ofreció el Inegi, marcando un retroceso respecto a mayo, en lugar del leve crecimiento que había reportado.
Los indicadores que iremos conociendo con más detalle en los próximos días revelan dos problemas serios que pueden ponerle una zancadilla a la actividad económica este año y hundirnos todavía más.
El primero son las múltiples dificultades que existen en las cadenas de suministro en el comercio internacional. El caso más conocido es el de la escasez de chips, pero está lejos de ser el único.
El segundo es la inflación de algunos de los productos básicos, que ha mermado la capacidad de compra de las familias y puede conducir a un freno adicional en el mercado interno.
Por ejemplo, a la primera quincena de julio, los productos pecuarios tuvieron un incremento porcentual anual en sus precios de 9.7 por ciento.
Las alzas en precios internacionales de productos tan básicos como el maíz no solo encarecen la tortilla, sino buena parte de productos cárnicos que lo utilizan como insumo.
El alza del gas LP llevó incluso al gobierno a introducir un esquema de precios máximos que serán fijados por la CRE a partir de este mes. Veremos si la jugada resulta.
Pero lo que es claro es que hay presiones sobre el poder adquisitivo de los ingresos de la gente, que eventualmente pueden repercutir en un nuevo freno del crecimiento del mercado interno.
Si le suma usted a lo anterior los efectos de la tercera ola, más allá de que no se cierre la economía, podemos encontrar un panorama económico mucho más complicado de lo que las cifras alegres del PIB pueden sugerir.
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