A casi un mes de que comenzara el primer periodo ordinario de la nueva legislatura en la Cámara de Diputados, apenas hace pocos días se definió qué partidos presidirán las diversas comisiones.
Morena se quedará con 20; el PAN, 12; PRI, 7; PVEM, 4; el PT, 4; MC y PRD se quedaron con dos cada uno.
MC mostró descontento por el hecho de que la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación quedara bajo la presidencia del PRI, lo que pareciera perfilar la alianza que se ha tratado de tejer por parte de Morena.
A pesar de los reiterados discursos que señalan que dicho bloque va a mantenerse unido, crecen los signos que señalan que lograr que el PRI, el PAN y el PRD, e incluso MC, se muevan en la misma dirección va a ser bastante complicado.
Pero quizás el tema más importante no tenga que ver con la unidad de estas fuerzas políticas en el marco del Congreso de la Unión, sino con la posibilidad de ir aliados, respaldando a un candidato único a la presidencia de la República en 2024.
En este espacio le he insistido que la única posibilidad de que exista una real competencia en las próximas elecciones presidenciales radica en que pueda haber esencialmente solo dos candidatos.
En el caso de Morena, los suspirantes ya han levantado la mano y varios ya están construyendo su candidatura.
Todos los indicios apuntan claramente a que las preferencias del presidente López Obrador son por la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum.
Pero, incluso si hubiese que optar por otra persona, Morena tiene una reserva de la cual pueden habilitarse candidatos.
El problema para la oposición es la construcción de una candidatura que deje satisfechos a tirios y troyanos, es decir, a las cuatro fuerzas políticas que eventualmente deberían respaldar a una persona para convertirse en un candidato o candidata competitivo.
Ya le he comentado que los candidatos que han provenido de la oposición y que han ganado la presidencia en México (Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña y Andrés Manuel López Obrador) empezaron –todos– la construcción de su candidatura con anticipación de al menos de tres años.
El problema para la oposición es que no existen en el horizonte candidatos viables de una alianza.
Los dos únicos casos en los que ya ha existido la manifestación de interés por convertirse en aspirantes presidenciales son Ricardo Anaya y Enrique de la Madrid y ninguno de ellos serían fáciles de digerir para el conjunto de las fuerzas políticas.
Se ve muy complicado que el PRI eventualmente pudiera respaldar a Anaya y no parece sencillo que el PAN o Movimiento Ciudadano pudieran apoyar a Enrique de la Madrid.
Pero incluso entre personajes que no han declarado su intención de contender también aparece este mismo problema, es decir, no hay claridad en alguna o algunas figuras públicas que pudieran lanzarse al ruedo con la posibilidad de concitar el apoyo de los cuatro partidos mencionados.
Claro que siempre existe la posibilidad de que se presente un proceso político inédito.
Ocurrió en 1988. Fue realmente en los últimos meses de la campaña del candidato del PARM, cuando Cuauhtémoc Cárdenas logró generar un movimiento de alcances nacionales que lo convirtió en un fenómeno político.
Pero, se trató de una circunstancia que no se ha repetido.
Así que, en la medida que los meses transcurran sin que aparezcan en la escena personajes que puedan convocar a una amplia coalición de partidos y electores, Morena eleva sus posibilidades de volver a ganar la elección presidencial, así como las dos cámaras del Congreso.
Lo peor de todo es que la oposición parece satisfecha en sus críticas al gobierno y a AMLO, pensando que al final de cuentas, la racionalidad se va a imponer y la oposición va a desplazar a Morena.
La realidad no es así, si no se construye una candidatura competitiva, eso no va a ocurrir.