El Partido Revolucionario Institucional, el PRI, tiene en sus manos el futuro de la reforma eléctrica propuesta por el presidente López Obrador.
Y también tiene la definición de si se convertirá en un partido relevante para el futuro del país o será el ‘nuevo Partido Verde’. Quizá tenga vocación para hacerlo. ¿O no?
El Verde, a lo largo de su historia, se ha aliado prácticamente con todo el espectro político, con el PAN, con el PRI y con Morena. Ha servido como un partido que permite sumar votos al partido que se encuentre en el gobierno, sean los votos en las elecciones o en el Congreso.
Ese puede ser el destino del PRI.
Lo que pasa con el Revolucionario Institucional no es un hecho aislado. Tenemos una crisis de los partidos políticos.
Jesús Silva-Herzog Márquez, en su más reciente el libro sobre la situación política en México, La casa de la contradicción, habla justamente de esta circunstancia y señala: “… en la elección del 2018 fueron prácticamente borrados del mapa (los partidos). La destrucción del régimen de partidos es el dato crucial de nuestra vida democrática. No hay asunto tan relevante para la vida política contemporánea como ese: perdimos las brújulas, los contrapesos, las reglas, los correctivos, las advertencias que se alojan en esas instituciones tan antipáticas. Frente al motor de la presidencia no hay nada. No hay un partido en el gobierno que construya una nueva institucionalidad, que cultive una identidad fresca, que promueva participación, sino una organización dedicada a descifrar la infinita sabiduría del guía y a recitar su padrenuestro”.
Las elecciones de 2021 dieron la esperanza de que, eventualmente, los partidos opositores podrían revivir al configurar un bloque. Además de participar como una alianza electoral señalaron que mantendrían esa unidad como una coalición en la nueva Cámara de Diputados.
Con ello, al menos, parecía establecerse un esquema de contrapesos que impediría que el gobierno hiciera reformas constitucionales a su gusto y medida.
Ahora, con la posición expresada por el PRI respecto a la reforma eléctrica, se percibe que el tricolor no está seguro de esa alianza opositora y coquetea con sumarse de alguna manera a la del gobierno.
Le salen sus impulsos de volverse Verde, es decir, vivir a la sombra del poder.
Ayer, el presidente López Obrador les recordó que fue Adolfo López Mateos, un priista, quien nacionalizó por entero la industria eléctrica.
Primero será la seducción para propiciar la división interna y luego vendrán las amenazas, pues muchos priistas saben que si el gobierno se lo propone, puede poner sobre la mesa expedientes de varios legisladores. O, bien… olvidarlos.
Usaría la vieja divisa, presuntamente juarista: para los amigos, justicia y gracia; para los enemigos, la ley a secas.
El gobierno le preguntará al PRI en dónde quiere ubicarse.
Ayer, El Financiero publicó la encuesta de evaluación del presidente López Obrador correspondiente a septiembre. Las fiestas patrias le dieron un empujón de 5 puntos a su aprobación y en la pregunta relativa a la revocación de mandato, la ventaja para AMLO creció de 14 a 24 puntos.
Los priistas siempre vivieron a la sombra del poder. El partido era realmente una oficina gubernamental.
Quizá haya la tentación de algunos de volver a quedar a la sombra de ese poder que hoy parece imbatible en las encuestas.
Pero tal vez haya priistas que, pese a todo, quieran que su partido exista aun sin la sombra protectora de AMLO y Morena.
Quizá.