¿Recuerda usted la imagen del personaje mitológico Sísifo? Tenía que empujar una enorme roca hasta lo más alto de una cima y, como era de esperarse, al llegar a ese punto, la roca rodaba hacia abajo, y nuevamente tenía que emprender la misma tarea… interminablemente.
Pues en el gobierno tenemos nuestros ‘Sísifos’. Hay funcionarios que tienen el encargo de promover la inversión del sector privado para hacer crecer la economía, y una y otra vez llevan la roca hasta arriba, solo para ver cómo se viene abajo.
Esto le ocurría a personajes como Alfonso Romo, o más recientemente les sucede a Tatiana Clouthier o a Rogelio Ramírez de la O.
Hoy estamos en un momento en el que la roca rueda aceleradamente hacia abajo a partir del efecto en el ánimo de los inversionistas que tendrá la iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica.
Aun si la reforma no se concreta por el hecho de que Morena y sus aliados no reúnan los votos suficientes, el hecho mismo de que esté a discusión genera incertidumbre.
La inversión privada tiene en la incertidumbre a uno de sus peores enemigos.
Invertir implica siempre tomar una decisión de riesgo, pues supone proyectar un escenario para el futuro, que por naturaleza no se puede conocer con certeza.
Por esa razón, cuando la incertidumbre natural asociada con la inversión privada se acota y se limita, hay más proyectos que fluyen y el volumen de las inversiones crece.
Cuando la incertidumbre se amplifica porque hay elementos en el entorno que la acentúan, como en este caso la reforma eléctrica, la inversión baja.
Este principio fue plenamente entendido desde los tiempos del economista inglés John Maynard Keynes, que hablaba de los ‘espíritus animales’ de los empresarios, que tomaban el riesgo de apostar sus activos a un futuro incierto.
En el caso de la iniciativa de reforma eléctrica, en la medida que pone en riesgo un enorme volumen de inversiones que ya se realizaron en el pasado y que desalienta la posibilidad de realizar nuevas inversiones en el futuro, se trata de un disparador de la incertidumbre.
Hay ocasiones en las que, en público y en privado, los funcionarios públicos han expresado que la política gubernamental en materia de energía es un caso especial y que el comportamiento del gobierno en ese sector no es generalizable a otros, por lo cual en todos los demás puede seguir fluyendo la inversión sin mayor problema.
Lo dudo. Creo que es inevitable que algo que sucede en un sector tan importante como el de la energía eléctrica vaya a repercutir en otros.
Además, la iniciativa llega en un momento poco propicio.
El día de ayer, el Grupo BBVA dio a conocer su monitor de consumo correspondiente a septiembre y su indicador refleja una caída de 1.0 por ciento en el tercer trimestre.
Esto implica que el consumo se sigue ralentizando y que a pesar del incremento en la movilidad derivado del retorno a clases, los efectos de la tercera ola de contagios del covid y de las incertidumbres de los consumidores afectan negativamente este proceso.
Adicionalmente se han acentuado los problemas de suministro en sectores industriales tan relevantes como el del automóvil.
Las cifras de ventas al público en septiembre, que fueron presentadas esta semana por la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores, indican que tuvimos el peor septiembre desde hace una década y que el volumen de ventas registrado resultó el menor para cualquier mes desde julio del año pasado.
Esta semana conoceremos los datos de la inversión a julio, sin embargo, a junio teníamos un retroceso de 1.8 por ciento respecto a mayo.
Lo que hoy se requeriría para hacerle frente a este nuevo bache que está experimentando la economía mexicana es certidumbre.
Y hoy, lamentablemente, tenemos exactamente lo contrario.
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