Coordenadas

El desencanto con la democracia y la reforma eléctrica

Hay un evidente desencanto con las instituciones democráticas que se traduce también en una mayor aceptación del autoritarismo.

Los datos son claros: hay un desencanto con la democracia en México.

Y ese desencanto le da posibilidades de avanzar a la reforma eléctrica propuesta por el presidente López Obrador.

Veamos.

El respaldo a la democracia como la mejor forma de gobierno cayó 20 puntos en los últimos 17 años.

Aunque ese porcentaje haya subido ligeramente en los últimos dos años, sigue muy por debajo de los máximos que se consiguieron poco tiempo después de la elección de Fox en el año 2000.

La cifra más reciente del Latinobarómetro señala que en nuestro país 43 por ciento de la población respalda plenamente la democracia. En el año 2002 ese porcentaje era de 63 por ciento y México se encontraba entre los países de América Latina con mayor apoyo a esta forma de gobierno.

Hoy nuestro país ya no está entre los que destacan y está muy lejos del 74 por ciento de respaldo de Uruguay o del 67 por ciento de Costa Rica.

Hay un evidente desencanto con las instituciones democráticas que se traduce también en una mayor aceptación del autoritarismo.

El 25 por ciento de la población considera que en algunas circunstancias un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático. Esa cifra se duplicó en los últimos dos años y es la segunda más alta de la región, sólo por abajo de Paraguay y muy por arriba del 15 por ciento promedio para América Latina.

¿Por qué el desencanto con la democracia en nuestro país?

Hace algunos días le referí el libro La casa de la contradicción,de Jesús Silva-Herzog Márquez, que es, a mi juicio, una de las reflexiones más profundas sobre el tema.

El autor dice que tras la elección de 2018 tuvimos el fin del sistema de partidos políticos tal y como funcionaban en México:

“La derrota del 18 no fue una derrota ordinaria. El castigo sumió a los partidos tradicionales en la más profunda crisis de identidad de su historia. Se trata de una crisis de supervivencia”.

Previamente, el autor señala casos específicos:

“El PAN, ese partido que habría de ejercer naturalmente la oposición, no es nada. El PRI, no es siquiera una oposición confundida y callada. Actúa más bien como un colaborador encubierto del gobierno tratando de disminuir los costos de sus escándalos recientes. Un partido irrelevante en busca de impunidad. Del PRD no creo que valga decir ni esta palabra.”

Puede uno estar de acuerdo o no con lo terminante del juicio de Silva-Herzog Márquez, pero no puede dejarse de considerar que tiene razón en cuanto a la crisis de los partidos, incluyendo Morena, cuya fuerza política sólo tiene identidad por el respaldo al presidente de la República y sus iniciativas.

El desencanto con la democracia también se asocia con el desencanto con las reformas a favor del mercado, que buscaban promover el crecimiento y la eficiencia de nuestra economía.

Le pedimos a la democracia lo que no podía darnos por sí misma: seguridad, mejores niveles de vida y equidad, entre otras cosas.

Y le pedimos a las reformas lo que no podían ofrecer, al menos en el corto plazo: baja en los precios de los servicios, más empleo y bienestar.

Ese desencanto conduce a que la iniciativa de reforma eléctrica hoy en debate no esté muerta, pese a ser un salto al vacío, como ayer le comentaba en este espacio.

Así como ha crecido el respaldo al autoritarismo, también hay un segmento creciente de la población a quien le resulta atractiva la idea de retornar a los tiempos del monopolio eléctrico.

Y en el PRI puede haber un grupo de legisladores que, con su voto, le den a AMLO la posibilidad de conseguir esta reforma constitucional… y quizás otras más.

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