Los datos que ayer dio a conocer el Inegi respecto al comportamiento de la economía durante agosto no dejan lugar a dudas.
El retroceso de 1.6 por ciento en el Índice Global de Actividad Económica (IGAE) de agosto respecto a julio no significa nada bueno.
Quizás la caída esté magnificada por el efecto estacional de la limitación del outsourcing, que produjo una caída de 31 por ciento en los servicios profesionales y de apoyo a los negocios, pero es probable que el cambio de formatos de contratación no explique todo el retroceso.
A diferencia de las previsiones que establecían que en agosto la economía crecería más de 6 por ciento respecto al mismo mes del año pasado, el resultado fue de solo 3.2 por ciento.
Entre analistas económicos ayer hubo un debate intenso respecto a esta diferencia y la posibilidad de que la fuerte caída en ese subsector de los servicios sea compensada por un alza en otros ramos o en otros momentos.
Por lo pronto, ya tenemos el dato anticipado de septiembre.
Si no hubiera sorpresas, tendríamos que el PIB del tercer trimestre del año sería ligeramente inferior al que tuvimos en el segundo.
Ya algunos expertos habían revisado a la baja sus estimaciones de crecimiento para este año, ubicándolas más bien en 6 por ciento y no en el nivel de 6.3 estimado por Hacienda.
Pareciera que la diferencia no es mucha. Sin embargo, lo más importante es lo que subyace, un probable cambio en la tendencia.
A diferencia de la perspectiva de meses previos, cuando se pensaba que la economía ya iba claramente hacia arriba, la realidad está señalando que sigue con trastabilleos.
Además del tema del outsourcing, no es improbable que ante la tercera ola de contagios del covid, haya crecido en ese mes la cautela de los consumidores.
Y, en sectores como el del automóvil, también ya se hizo notar en las ventas un efecto de los problemas de suministro que tiene su producción.
La gran apuesta ahora es el desempeño comercial del resto del año, considerando que en algunas semanas comenzará la gran temporada de ventas que incluye tanto El Buen Fin como las ventas navideñas.
Hay quien considera que la contención de los contagios que se ha observado en las últimas semanas, junto con estas coyunturas comerciales, podrían permitir un importante repunte del mercado interno, que a su vez compensara la inesperada caída de la economía en agosto.
Este es un escenario factible. Lo que hay que esperar es que no nos enfrentemos con un problema ahora en el sector manufacturero.
En el tercer trimestre, la manufactura, pese a los problemas de la industria del automóvil, mantuvo un comportamiento positivo.
Sin embargo, los obstáculos en el suministro de materias primas, así como el incremento generalizado de los costos, pueden traer un impacto negativo que se haga sentir en los últimos meses del año.
Los problemas derivados de la dislocación de las cadenas de suministro están afectando a la economía global, y aquellos sectores que se encuentran relacionados de manera más directa con las exportaciones y las importaciones son más susceptibles de padecer sus efectos.
Además, el hecho de que estemos viendo el resurgimiento de los contagios de covid en algunos lugares como Rusia, Reino Unido, y ahora incluso en China, puede afectar negativamente al comercio internacional.
En las cifras globales para este año, seguramente no veremos cambios significativos.
En el peor de los casos, en lugar de crecer 6.3 por ciento, como anticipa Hacienda en el Paquete Económico 2022, tal vez crezcamos 5.8 o 5.9 por ciento.
El gran tema de fondo es la sustentabilidad de ese crecimiento para 2022 y los siguientes años.
Y, en ese caso, las dudas han crecido en las últimas semanas.
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