Era el 26 de mayo de 1988. Había gran expectativa ese jueves. El candidato del PARM a la Presidencia de la República realizaría una concentración en la UNAM.
No era usual que los candidatos presidenciales en México hicieran campaña en la Ciudad Universitaria. Pero esta ocasión sería diferente porque quien encabezaría ese mitin era nada menos que Cuauhtémoc Cárdenas.
La explanada de la Rectoría se llenó a reventar. La campaña de Cárdenas subía como la espuma, pero aquel mitin en la UNAM significó un cambio cualitativo.
Semanas después, el candidato del Partido Mexicano Socialista (PMS), Heberto Castillo, el mayor de la izquierda entonces, renunció a su candidatura y respaldó a Cárdenas, que encabezó el llamado Frente Democrático Nacional (FDN) y aunque no ganó la elección presidencial, detonó quizás la mayor transformación del sistema político mexicano desde la Revolución Mexicana.
El significado político que puede tener la máxima casa de estudios es enorme.
Andrés Manuel López Obrador tenía pocos años de haber dejado al PRI y Tabasco, y era un joven político regional en ascenso que se sumó al tsunami cardenista.
No tengo duda, sin embargo, de que AMLO percibió el enorme poder que dio a Cárdenas la exitosa concentración en la UNAM.
La máxima casa de estudios no solo es el principal centro académico del país. Se trata de un foco de irradiación política. Si algún candidato logra ganar ese espacio, la influencia que tendrá será enorme.
Punto y aparte.
Vamos con otra pieza del rompecabezas.
El rector Enrique Graue dejará la rectoría de la UNAM en noviembre de 2023.
Habrá un nuevo rector faltando poco más de seis meses para la elección presidencial de 2024.
Dicha designación será un dato relevante en la escena política nacional en un momento en el que, probablemente, ya tengamos candidatos presidenciales o estemos en la antesala de tenerlos.
¿Quién nombra al rector de la UNAM?
No es el presidente de la República ni la SEP. Se trata de la Junta de Gobierno.
Este órgano está compuesto por 15 personas que son electas por el Consejo Universitario y que van siendo designadas escalonadamente.
Se trata usualmente de académicos con amplia trayectoria y conocimiento de la Universidad Nacional. Su función principal es la designación del rector y de los directores de las eacultades, escuelas e institutos.
Si hoy se observan los integrantes de esta Junta, resulta que es muy plural. Hoy hay 14 integrantes y un puesto vacante. Seis fueron nombrados durante el sexenio de AMLO, pero con orígenes muy diversos.
Encontramos entre ellos, por ejemplo, a Enrique Cabrero, uno de los más prominentes académicos acusados por la Fiscalía General de la República con relación al caso del Conacyt. Y está también Jorge Cadena, un hombre de izquierda, estudioso de los movimientos sociales en México. Por citar solo dos.
Lo que es un hecho es que AMLO y el gobierno no tienen el control de esa Junta y por lo mismo, si las cosas siguen como ahora, no podrán ser determinantes en el nombramiento del próximo rector de la UNAM.
Desconozco si los sistemáticos ataques a la UNAM tengan el propósito de generar una crisis que le permita cambiar esas condiciones y, por lo tanto, tener más influencia en la designación de quien será rector durante la campaña electoral de 2024.
Si ese fuera el caso, pese a que hay un grupo importante de exuniversitarios en su equipo, revelaría una ignorancia enorme de la naturaleza de la UNAM.
Quizá la apuesta fuera azuzar un movimiento estudiantil que generara una crisis y pidiera una universidad comprometida con la 4T.
La realidad es que la comunidad universitaria difícilmente lo toleraría. Una cosa es que la UNAM tenga preferencias políticas que han estado a la izquierda desde hace muchos años, y otra que se pretenda cancelar el pluralismo, la universalidad de pensamiento, que es parte de su esencia.
Pero, vale el señalamiento para no recibir sorpresas.
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