Una de las banderas, quizá la más importante, que dio a López Obrador el triunfo en las elecciones de 2018, fue su denuncia de la corrupción.
A lo largo de la primera mitad de su mandato, su gran trofeo fue la aprehensión de Emilio Lozoya, exdirector de Pemex.
Aunque el caso contra Lozoya en realidad venía desde el sexenio anterior, la imagen pública fue que López Obrador era quien lo estaba persiguiendo.
El caso de Rosario Robles ha aparecido en la opinión pública más bien como una venganza política y no tanto como un combate a la corrupción.
El caso Lozoya, sin embargo, se fue desgastando a través del tiempo.
Lozoya fue aprehendido en España el 12 de febrero de 2020. Fue extraditado a México el 17 de julio de ese mismo año.
En la negociación de la extradición se pretendió que Lozoya se convirtiera en la ‘llave maestra’ para involucrar en casos de corrupción a múltiples personajes de la administración anterior empezando con el propio presidente de la República.
De esta manera, el 11 de agosto de 2020 Lozoya presentó una denuncia en la cual señalaba cómo la aprobación de la reforma energética involucró toda una serie de sobornos.
Parecía desatar un gran escándalo, de proporciones sísmicas.
Con dichas revelaciones, Lozoya negoció su condición de testigo colaborador con la Fiscalía General de la República (FGR), lo que le permitió evitar la prisión aun cuando fuera un delincuente confeso.
El pasado sábado 9 de octubre, la periodista Lourdes Mendoza, colaboradora de esta casa editorial, quien a su vez había presentado una denuncia contra Lozoya por difamación, captó al exdirector de Pemex en una comida en el restaurante Hunan de las Lomas y difundió su imagen en redes sociales.
Ese cuadro echó por tierra la imagen de que esta administración combatía la corrupción.
De acuerdo con la encuesta de El Financiero publicada el día de hoy, pero levantada antes de que Lozoya fuera aprendido ayer, 37 por ciento tuvo una opinión favorable a las políticas de AMLO contra el combate a la corrupción, pero 49 por ciento tuvo una opinión desfavorable.
A partir del día de ayer Lozoya quedó preso tras la consideración del juez respecto a que podría tener recursos para poder huir de la justicia.
¿Logrará este hecho rehabilitar la imagen de la FGR y del combate a la corrupción?
Lo dudo.
Me parece que la imagen que va a quedar es que se le aprehendió tras haber ridiculizado a la FGR al ser exhibido en la referida comida.
El presidente López Obrador sabe que va a ser complicado cambiar las percepciones. Sin embargo, iba a ser todavía más complicado el modificarlas con Lozoya en libertad.
Respecto a su denuncia, el juez dio al exdirector de Pemex otro mes para presentar evidencias que soporten sus denuncias. Parece altamente improbable que, tras tantos meses que no ha logrado sustentarlas, ahora sí lo haga.
Todo indica que se caerá también el intento de convertirlo en ‘la llave’ para involucrar a una buena cantidad de funcionarios en el escándalo.
Por esa razón, no va a ser fácil para López Obrador el reivindicar la eficiencia de su pretendido combate a la corrupción, pues no hay ningún otro caso suficientemente relevante como para ser emblemático.
El próximo martes, AMLO viajará a Nueva York y hablará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en un discurso en el que reivindicará el combate a la corrupción.
Era inimaginable que lo hiciera con Lozoya libre. Y de cualquier forma, va a ser muy difícil que tenga impacto cuando el saldo que puede presentar en esta materia tras tres años de gobierno, resulta tan pobre.
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