Ya estamos en una etapa en la que muchas empresas empiezan a prepararse para el próximo año.
Construyen escenarios y anticipan sus estrategias para que las circunstancias no las tomen desprevenidas.
A quienes nos dedicamos a analizar la economía, así como algunos fenómenos sociales y políticos, nos preguntan con frecuencia cómo vemos el próximo año.
Para México, creo que la perspectiva ofrece dos caras, una de ellas es problemática y la otra positiva.
La primera tiene más ingredientes, pero la segunda parece más firme. Permítame ponerlas sobre la mesa.
Vamos con los nubarrones.
1.- La reforma eléctrica. Con mucho, me parece que es el mayor riesgo de 2022. Si la reforma en la materia, por los medios que fueran, se aprobara el próximo año en los términos propuestos, se daría un gran golpe a la confianza y a la inversión que afectaría el desempeño económico, no sólo de 2022 sino de los siguientes años.
2.- Los riesgos de la situación financiera internacional. Hay que esperar que el oficio y sabiduría de Jerome Powell y sus colegas permitan un regreso a la normalidad monetaria sin sobresaltos, pues si la estrategia fallara, podría crear una inestabilidad que pegaría duro y frontalmente a nuestra moneda.
3.- Los conflictos políticos internos. Hay muchos frentes abiertos. No sabemos si se va a realizar la consulta por la revocación de mandato y hasta dónde podrá ir el conflicto de la 4T con el INE. Habrá también tensión vinculada con el decretazo y los amparos o controversias que resultarán de él. Tendremos elecciones de gobernador en seis entidades de la República. Y no sabemos si las decisiones presidenciales inesperadas puedan abrir otros frentes en el futuro inmediato.
4.- La llegada de Victoria Rodríguez Ceja al Banco de México. El cambio ha generado incertidumbre. No bastan los dichos de la funcionaria propuesta para desterrar los temores de que el presidente quiera restar autonomía al Banco Central. En caso de que efectivamente lo hiciera, tampoco sabemos cuál puede ser la reacción de los mercados. Se trata de una incógnita que habrá de resolverse al paso de los meses.
Veamos los aspectos positivos.
1.- El jalón que nos dará la recuperación de Estados Unidos. La economía norteamericana no sólo crecerá fuertemente este año, sino que hay las condiciones para que continúe con este paso en 2022 y más allá. El pronóstico, más bien conservador, de la Reserva Federal de EU, establece que entre 2022 y 2024 el PIB de nuestro vecino del norte crecería en un 8.5 por ciento, es decir, un promedio de 2.7 por ciento anual, comenzando con casi 4 por ciento en 2022, que es una cifra muy buena y que nos daría una fuerte base de crecimiento, sobre todo a los sectores exportadores.
2.- El conflicto entre China y EU. Aunque México se ha visto lento en atraer inversiones de empresas que quieren estar cerca de Estados Unidos y que hoy tienen operaciones en China o planeaban tenerlas, de cualquier manera llegarán montos importantes. Los desarrolladores de parques industriales en el norte del país ya han detectado una fuerte demanda de espacios.
De la manera en la cual se combinen todos estos elementos dependerá el resultado económico del país en 2022.
Me preguntan insistentemente también si la pandemia seguirá como un factor que condicione la actividad económica.
Creo que tenderá a ser un elemento que, aunque persista y requiera atención y cuidados, pesará cada vez menos en el resultado económico, aunque sí pueda impactar en mayor grado en algunos sectores y regiones.
El futuro es, por naturaleza, incierto. Pretender predecirlo es arrogante y lleva frecuentemente a errores.
Lo que podemos hacer en todo caso es construir algunos escenarios probables y estar atentos a los factores que van surgiendo en el camino.
Por lo pronto, creo que los enumerados arriba no se deben perder de vista.