Coordenadas

La oportunidad que se nos puede escapar

México se puede convertir en un destino fundamental para muchas empresas tanto de Estados Unidos como aquellas que pretenden producir para ese mercado.

Pocas ocasiones en la historia reciente, la economía mexicana había tenido una circunstancia tan favorable para aprovechar el entorno internacional.

Pareciera esto un contrasentido en un momento en el que se destacan los aspectos más amenzantes del mundo actual.

La Reserva Federal de Estados Unidos aceleró esta semana su ciclo alcista en las tasas de interés y el comienzo de una restricción monetaria en este país, que, a la vuelta del tiempo, podría llevar a una recesión.

La guerra en Ucrania y la sanciones en contra de Rusia han traído consigo una situación de alza sin precedentes en los precios de los energéticos, los minerales y metales, así como los alimentos. Y estos hechos están repercutiendo en la inflación local.

En China, la estrategia de ‘cero COVID’ no permite que se terminen los confinamientos en ciudades estratégicas y genera el riesgo de que persistan los problemas en las cadenas de suministro a nivel global.

De modo que cuando se observa ese panorama, los riesgos parecen ser los dominantes.

Sin embargo, hay otro proceso subyacente que quizá pueda tomar un lapso más largo, pero podría tener consecuencias aún más profundas.

Se trata de una realineación internacional. Algunos incluso denominan a esta circunstancia como la ‘desglobalización’.

Esto es resultado directo de las sanciones que los países occidentales han impuesto a Rusia y del hecho de que, probablemente, este país no pueda volver a formar parte de los circuitos económicos globales durante un periodo prolongado.

Igualmente, está la interrogante de qué es lo que podría hacer China en esta nueva etapa, en la que se ha mantenido cerca de Rusia.

La pandemia trajo consigo una sensación de vulnerabilidad a empresas que años antes habían descentralizado sus operaciones y convertido a China en una de sus bases manufactureras más importantes.

El llamado nearshoring se ha convertido en una tendencia que no es una moda, sino una decisión estratégica de diversas empresas para reducir la vulnerabilidad de sus suministros.

Si a los efectos de la pandemia le suma usted los impactos de la guerra en Ucrania, es probable que tengamos una reorganización geoeconómica como no la habíamos visto en mucho tiempo y que conducirá, por ejemplo, a que Europa, en esta década, busque ser autónoma en términos energéticos y no depender de los hidrocarburos de Rusia, o que las empresas norteamericanas busquen que su cadena de proveeduría y su organización industrial coloquen a las plantas que hoy tienen distantes en puntos más cercanos.

México se puede convertir en un destino fundamental para muchas empresas tanto de Estados Unidos como aquellas que pretenden producir para ese mercado, el más grande del mundo.

La oportunidad de atraer inversión que tiene nuestro país es única a nivel global.

Sin embargo, nos estamos enfrentando ya a visibles cuellos de botella, particularmente ante la ausencia de políticas públicas que permitan hacer realidad dicha potencialidad.

Por ejemplo, en localizaciones como Ciudad Juárez, uno de los puntos que naturalmente podría atraer numerosas inversiones, ya se enfrentan a cuellos de botella por la falta de energía eléctrica para quienes pretendan ampliar sus capacidades en la zona o que pretendan instalarse por primera ocasión.

Peor aún para nosotros, un número creciente de empresas va a invertir donde tengan la certeza de que van a contar con energía limpia segura y abundante en las siguientes dos décadas, pues esa es ya su política corporativa a nivel global. Y México no es ese destino.

La oportunidad de nuestro país es única, pero se nos puede ir si no tomamos pronto las decisiones que hagan posible convertirla en realidad.

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