Dicen en broma que el embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar, tiene ya una oficina en Palacio Nacional debido a la frecuencia con la cual acude a reuniones con el presidente de la República y con otros funcionarios.
Salazar vive una dualidad. Por una parte se encuentra en una circunstancia en la cual diversas empresas norteamericanas ven con interés a México y eventualmente consideran invertir en nuestro país.
Pero, al mismo tiempo, las empresas de Estados Unidos observan con preocupación el deterioro del Estado de Derecho que existe en México y que ha conducido a que diversas compañías utilicen o vayan a utilizar el sistema judicial mexicano o los instrumentos jurídicos del T-MEC para presentar quejas contra acciones y decisiones del Estado mexicano
Por si algo faltara, el gobierno de López Obrador encabezó una ‘rebelión’ de gobiernos de América Latina que cuestionaron que no se haya invitado a todos los Jefes de Estado de la región a la Cumbre de las Américas que se celebrará en Los Ángeles en junio.
Salvo alguna sorpresa de última hora, todo indica que López Obrador no acudirá debido a que se ha confirmado que no hubo invitación a Nicolás Maduro de Venezuela, ni a Daniel Ortega de Nicaragua.
El Gobierno de México tiene una relación ambigua con Estados Unidos.
Quizás, si en la Casa Blanca estuviera un personaje como Donald Trump, a quien podría resultarle indiferente el signo de los regímenes de Venezuela o Nicaragua, las invitaciones podrían haber sido a todos.
El problema es que el gobierno de Biden considera relevante para las relaciones de Estados Unidos que exista democracia y supone que los presidentes Maduro y Ortega no alcanzaron el poder por la vía democrática.
El cuestionamiento de México es que en la declaración de la Cumbre de Quebec en 2001, se estableció en mecanismo para discutir la condición democrática de un país, por lo que el anfitrión no puede decidir por sí mismo si una nación es democrática o no.
Es probable que si se invocara ese mecanismo, la mayoría coincidiera con Estados Unidos respecto a esos dos gobiernos, pero Biden no tiene ni la voluntad ni el tiempo para hacerlo.
El presidente de Estados Unidos tampoco es un ingenuo y aunque todo indica que no se excluyó a Cuba de las invitaciones, creó las condiciones para que el régimen de Díaz Canel, con quien no simpatiza, por sí mismo declarara su desinterés por acudir a Los Ángeles.
A reserva de observar al final la asistencia, además de la ausencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela, pareciera que quienes eventualmente no acudirían serían México y Bolivia.
Otros presidentes que celebraron la posición de México han señalado que sí acudirán como Perú, Honduras, Argentina y Chile.
Así que todo indica que no será un desastre esa reunión.
Hay una discusión en nuestro país a proposito de cuáles serán las consecuencias por la posición adoptada por el gobierno de López Obrador.
Algunos piensan que no habrá ningún efecto y que los proyectos de inversión, los acuerdos en materia de migración y todos los otros acuerdos seguirán sin ningún cambio.
Pudiera ser que en lo formal, efectivamente, no suceda nada.
Pero, creo que no es posible desestimar la relevancia de la relación personal de los presidentes que se construye o consolida en el marco de una Cumbre.
Hay quien piensa que la presión de las empresas norteamericanas para alejarse de China y buscar un destino de inversión cercano a los Estados Unidos, como México, es tan fuerte, que no interferirán ‘accidentes diplomáticos’ en esa perspectiva.
Si se tratara de un hecho aislado, tal vez el argumento tendría razón. Pero en un entorno de diversos litigios, las empresas van a ponderar de manera relevante la situación del Estado de Derecho en México como uno de los factores para decidir sí trasladar su inversión a nuestro país y la simpatía de México por gobiernos que las empresas ven como hostiles, no ayuda nada.
La perspectiva de atraer inversiones norteamericanas en esta zona del mundo es tan significativa que algunos gobiernos de izquierda de la región como el de Chile encabezado por Boric o el de Argentina, de Alberto Fernández, ya acordaron realizar encuentros bilaterales con Biden más allá de la Cumbre.
Al paso de los días y las semanas, el gobierno de López Obrador deberá evaluar con objetividad los efectos de haber liderado los cuestionamientos a esa reunión.
Obviamente se dirá que nunca hubo un intento de boicot, que la no asistencia de AMLO fue una posición individual y de principios, y que no convocó a otros mandatarios a seguirlo.
Insisto, el gobierno de Biden no es ingenuo y sabe que, de facto, había un interés de liderar una posición que finalmente no prosperó.
Desde luego que el gobierno de Estados Unidos no va a dinamitar puentes.
La relación seguirá razonablemente fluida y Ken Salazar seguramente seguirá siendo un visitante asiduo a Palacio Nacional.
Pero, estoy convencido de que con decisiones como la no asistencia a la Cumbre, las visitas de Salazar a Palacio van a tener que ver más con defender los intereses de las empresas norteamericanas en México que con la posibilidad de atraer nuevas inversiones.