Con los resultados electorales del fin de semana pasado, ha surgido un triunfalismo generalizado entre los dirigentes de Morena, que consideran que el haber ganado cuatro de seis gubernaturas es un augurio de lo que puede esperarse en 2024.
No solo ganaron dos terceras partes de las gubernaturas en juego sino el 50.3 por ciento de los votos emitidos totales.
Por cierto, la tasa de participación fue de 46.1 por ciento, de modo que la votación favorable a Morena y sus aliados representó el 23.2 por ciento del total del padrón electoral.
Con todo, si en las siguientes elecciones federales Morena obtuviera el porcentaje de la votación válida que tuvo el domingo, conseguiría nuevamente la mayoría absoluta de las dos Cámaras del Congreso de la Unión.
El problema para Morena es que lo que sucedió en los seis estados no es representativo del país.
Le explico.
En las elecciones federales del 2021, Morena y sus aliados obtuvieron el 42.7 por ciento de los votos válidos totales, 7.6 puntos menos que los obtenidos en las elecciones del domingo.
Pero si vemos los votos obtenidos por Morena y aliados solo en los estados que estuvieron en juego la semana pasada, ésta alcanzó el 48.8 por ciento de esas seis entidades.
Es decir, aunque en las elecciones de hace una semana hubo una leve mejoría respecto al desempeño del 2021, ganaron solo 1.5 puntos porcentuales adicionales.
En realidad, lo que muestra el resultado es que el balance político es muy parecido al de 2021.
Hay otro dato adicional. La tasa de participación fue menor este año. En una elección en la que salgan millones más a votar, el resultado puede ser incierto.
En 2018, la tasa de participación fue de 63.4 por ciento, una cifra 17 puntos superior a la del domingo pasado. En términos del padrón electoral actual esa diferencia es de 15.6 millones de electores.
La actitud triunfalista de los dirigentes de Morena, incluso, podría estar indirectamente beneficiando a sus opositores.
Antes de las elecciones federales del 2024, el próximo año vienen elecciones estatales en el Estado de México y en Coahuila.
El primero es el estado cuyo padrón es el más importante del país, con más de 12 millones de electores y el año pasado, la coalición opositora (PAN-PRI y PRD) obtuvo el 43.46 por ciento de los votos válidos contra el 42.68 por ciento de Morena.
En Coahuila, con un padrón de 2.2 millones, los votos sumados del PRI, PAN y PRD (no fueron en coalición) representaron el 55.2 por ciento del total, en tanto que los de Morena y sus aliados pesaron en 37.8 por ciento.
Es decir, en las elecciones previas a las federales, Morena tendrá una competencia muy compleja: con pocas posibilidades de ganar en Coahuila y con una muy cerrada competencia en Estado de México, donde el año pasado fue superado en número de votos.
Todo indica que la decisión presidencial es que la maestra Delfina Gómez se vuelva a presentar como candidata al gobierno estatal a pesar de que el senador Higinio Martínez está haciendo esfuerzos por quedarse él con la candidatura. Habrá que ver cuál es el impacto que tiene esta competencia interna en la maquinaria política de Morena.
Algunos suponen que la cercanía del gobernador Alfredo del Mazo con el presidente López Obrador puede conducir a que se “entregue” el estado a Morena, en un proceso semejante al que tuvo lugar en Oaxaca, Hidalgo o Quintana Roo.
No lo creo. Me parece que el Estado de México es mucho más complejo y si hay un candidato o candidata común de la alianza opositora, va a implicar una competencia fuerte.
Por otro lado, si acaso Juan Cepeda, que fue candidato del PRD hace seis años y obtuvo el 17.8 por ciento, se convierte en candidato de Movimiento Ciudadano a la entidad, no sería nada remoto que se quede con un buen porcentaje de votos que podrían haber ido a Morena.
Para la oposición, obtener triunfos en el Estado de México y en Coahuila en las elecciones de 2023 podría ser una muestra de que hay condiciones de competir con Morena en el 2024.