La inflación no cede, a pesar de programas como el presentado por el gobierno hace poco más de un mes en la conferencia mañanera y pese a las alzas de las tasas de interés aplicadas por el Banco de México.
La inflación de la segunda quincena de mayo (no el promedio mensual) fue de 7.71 por ciento, la más elevada que se haya observado en este periodo.
Pero, además, la llamada inflación subyacente, que refleja mejor la presión profunda en los precios, marcó también un récord de la temporada con un 7.3 por ciento.
Por si fuera poco, los precios al productor de mayo alcanzaron 10.5 por ciento, lo que implica que probablemente veamos más presiones en los precios al consumidor de los siguientes meses.
En esta secuencia de malas noticias no puede dejar de mencionarse que el índice de precios al consumidor en Estados Unidos llegó a 8.5 por ciento, la marca más alta en 41 años.
En México, la inflación no es mayor debido al enorme subsidio que el gobierno está aplicando a los precios de las gasolinas. Gracias a éste, el precio promedio de la gasolina regular se ha incrementado solo en 6.8 por ciento en los últimos doce meses.
En el mercado norteamericano el incremento promedio en ese lapso es de 91.2 por ciento.
Lo que más ha alarmado al mundo, sin embargo, no es el incremento de los precios de los energéticos, sino sobre todo de los alimentos.
El incremento promedio de los precios de los alimentos en México fue de 12.3 por ciento en los últimos doce meses, muy por arriba de la inflación media.
Si vemos algunos productos muy emblemáticos, el incremento es aún mayor: 15.7 por ciento en el caso de la tortilla, 17.2 por ciento en el pan, 16 por ciento en la carne de res, o de 12.6 por ciento en el promedio de frutas y hortalizas.
Los resultados recientes anticipan que los bancos centrales de todo el mundo van a continuar con su agresivo ciclo de alzas de tasas.
El Banco Central Europeo anunció que en julio incrementará su tasa de interés por primera ocasión en 11 años.
En México, las previsiones indican que el próximo incremento que se definirá el 23 de junio será probablemente de 0.75 por ciento y dejará la tasa de referencia en 7.75 por ciento, nivel que tenía en septiembre de 2019.
Será difícil que el mercado interno logre mantener algún dinamismo con tasas de ese nivel, máxime cuando se espera que todavía haya más incrementos.
Ya no es una locura esperar en México tasas de referencia de dos dígitos en algún momento de 2023.
El problema de fondo es que las presiones internacionales quizá permanezcan por muchos meses.
No se ve ninguna perspectiva clara respecto a la invasión rusa a Ucrania. No sería extraño que la guerra durara muchos meses aun con el trastorno que ha traído consigo.
Y por si faltara algo adicional, los confinamientos en China derivados de brotes de covid van y vienen, así que no deben descartarse más contratiempos en la cadena de suministros.
En pocas palabras, el entorno es bastante complicado y el fantasma de la estanflación, que ronda desde hace meses a la economía mundial, parece hacerse cada vez más real.
No se trata solo de un fenómeno económico. Tiene implicaciones políticas en todo el mundo y México no es la excepción.
El presidente Biden tiene la aprobación más baja de todo su mandato y de las menores en la historia política de EU, con un promedio de 39.4 por ciento en las últimas encuestas, según RealClearPolitics.
Aquí, al presidente López Obrador aún no le ha hecho mella. Pero es casi imposible evitar que también tenga efecto si esta circunstancia se prolonga y agrava, aunque las causas principales sean externas.
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