La Reserva Federal de los Estados Unidos tomó ayer la determinación de incrementar sus tasas de interés en tres cuartos de punto porcentual, la mayor alza individual desde 1994.
El hecho de que en 27 años no se hubiera dado un incremento individual de esta magnitud refleja el tamaño del problema.
La votación del Comité que tomó esta determinación fue por mayoría abrumadora de 10 a 1. Eso implica que hay la convicción general en la autoridad monetaria norteamericana de que solamente con medidas drásticas se podrá frenar la inflación.
El Banco Central estadounidense reiteró su determinación de alcanzar el nivel de 2 por ciento de inflación, desde el 8.6 por ciento que hoy se registra.
Y el camino es largo.
Aunque la Reserva Federal no considera en sus pronósticos económicos que se presente próximamente una recesión en Estados Unidos, sí admite que el ritmo de crecimiento bajará fuertemente respecto a previsiones previas.
Apenas en marzo se consideraba que habría un crecimiento de la economía de 2.8 por ciento en este año. Ahora ese pronóstico se bajó a 1.7 por ciento considerando que en este año probablemente aún se incrementen las tasas en alrededor de 1.75 por ciento más.
Para 2023, igualmente, se considera que la economía norteamericana no crecerá más rápido y que su crecimiento será de solo 1.7 por ciento.
La decisión tomada por la Fed en realidad no provocó sorpresa en los mercados financieros, que en términos generales ya habían descontado el incremento de tres cuartos de punto, pero sí condiciona fuertemente las acciones que pueden tomar otros bancos centrales, en particular para nuestro interés, el Banco de México.
Será difícil que el incremento que habrá de decidirse el próximo jueves 23 de junio pueda ser menor a 0.75 por ciento, pues habría riesgo de propiciar presiones adicionales sobre el tipo de cambio.
El tono del comunicado de la Reserva Federal además anticipa que en la próxima reunión del 27 de julio se produzca nuevamente un incremento semejante al que hoy vimos.
Aunque pueda haber aún polémica respecto a si viene o no una recesión, en lo que ya no hay discusión es que, en el mejor de los casos, lo que tendremos es un crecimiento relativamente bajo en medio de inflación alta.
Para México el tema es más que relevante, pues el principal motor económico que tenemos hoy es el de las exportaciones.
El PIB creció en el primer trimestre de este año en 1.8 por ciento. Pero, en contraste, las exportaciones aumentaron en 17.4 por ciento en los primeros cuatro meses del año.
Esas cifras dejan ver la importancia de las ventas al exterior, las que difícilmente podrían mantener el ritmo en caso de que la economía estadounidense frene bruscamente o entre en recesión.
Pero, además, esta perspectiva alimenta la actitud cautelosa de los inversionistas y los consumidores ante una expectativa incierta, lo que a su vez induce a frenar la actividad económica provocando el freno o la recesión.
Los economistas denominan a veces a estas circunstancias ‘profecías autocumplidas’.
Por cierto, este entorno económico tendrá también repercusiones políticas. Si en Estados Unidos hay en curso una recesión, dé por hecho el regreso de los republicanos a la Casa Blanca y probablemente el de Donald Trump, con todo lo que ello pueda representar.
En el caso de México, el hecho terminaría por generar un sexenio perdido para el crecimiento, pero aún sería incierto el costo político que eso tendría.
El tema es relevante. Regresaremos a abordarlo en un próximo comentario.