Tras los resultados de las elecciones que se llevaron a cabo en seis estados hace un par de semanas, tanto el presidente López Obrador como los dirigentes de Morena han generalizado la idea de la inevitabilidad del triunfo de su partido en el 2024.
Al presidente se le ha visto incluso de buen humor, bromeando en las mañaneras y cuestionando a los que atacan a Alejandro Moreno.
El líder morenista, Mario Delgado, igualmente ha ironizado, respaldando al presidente del PRI, Alejandro Moreno con su hagtash, #FuerzaAlito.
El hecho de que pueda crearse esta percepción es relevante para los procesos políticos que vienen.
La creencia de que un partido o un candidato van a ganar inevitablemente una elección puede conducir a que algunos votantes dubitativos se inclinen por quien consideran que va a ser el ganador.
O bien, también pueden llevar a que votantes opositores se abstengan de participar ante la impresión de que los resultados ya están definidos de antemano.
Incluso, entre comentaristas y analistas, después del evento de hace una semana en Toluca, se pondera la existencia de tres precandidatos fuertes por parte de Morena, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, mientras que en la oposición ni siquiera ha resuelto si van a contender como un frente y quiénes formarán parte de él.
No cabe duda que Morena tiene ventajas claras en este momento.
En la encuesta más reciente realizada por El Financiero, la intención de voto por el partido en el poder es de 41 por ciento mientras que sus más cercanos contrincantes, el PRI y el PAN, están en niveles de 17 y 18 por ciento, es decir más de 20 puntos por abajo.
Efectivamente, Morena tiene en este momento una gran ventaja.
Sin embargo, los procesos electorales recientes muestran que durante las campañas electorales, puede modificarse con relativa rapidez la intención de voto.
Simplemente hay que recordar que, a mitad del 2017, López Obrador contaba apenas con alrededor del 30 por ciento de la preferencia en los diversos escenarios que se construían.
Durante la campaña logró acumular más de 20 puntos adicionales.
Algunos señalan que el hecho de que la oposición no tenga en este momento candidatos implica que ya no tendrá tiempo de construirlos.
En este mismo espacio le he comentado que en las tres ocasiones en que ha triunfado un candidato opositor a la presidencia de la República, (Vicente Fox, Enrique Peña Nieto y López Obrador) sus candidaturas se construyeron desde años atrás.
En efecto, si hubiera un candidato opositor con un amplio respaldo que ya estuviera de facto haciendo campaña en este momento sería más factible que pudiera derrotar a morena.
Sin embargo, tanto experiencias en México como en otros países muestran que en el entorno social actual es relativamente fácil construir un candidato en pocos meses, siempre y cuando tenga la capacidad para atraer al electorado.
En tiempos de información inmediata y de redes sociales, es factible que un desconocido se convierta en alguien que está en boca de todos en poco tiempo.
Es decir, la dificultad principal no estriba en el tiempo sino en el hecho de que no hay quien en este momento convoque el respaldo de toda la oposición.
Ante ese hecho, quizás la única fórmula que una eventual alianza opositora tiene para definir a quien la vaya a abanderar es mediante la definición del método de selección de su candidato presidencial.
Podrían ser una especie de elección primaria entre varios de los aspirantes o bien podría ser, como supuestamente lo hace Morena, a través de encuestas de reconocimiento e intención de voto.
Si la oposición logra detonar este proceso en el curso de los siguientes meses, creo que estaríamos muy lejos de la inevitabilidad del triunfo de Morena.
El problema es que mientras los liderazgos del PAN y del PRI no tengan la fuerza y la legitimidad que se requiere, probablemente vayan a ocuparse más en defenderse de los cuestionamientos que les hacen que en avanzar en la construcción de esa opción para los electores.