El viernes pasado, en medio de una gran fiesta, se ‘cortó el listón’ a la refinería de Dos Bocas.
No fue una inauguración en sentido estricto, si se entiende por inauguración el arranque de sus operaciones.
Con este evento, suman dos los proyectos emblemáticos del presidente López Obador, a los que se le ha hecho fiesta.
El viernes pasado comentamos en este espacio que no todos los proyectos de infraestructura del gobierno de López Obrador son iguales. Tienen perspectivas muy diferentes.
Esta afirmación me generó múltiples críticas.
Quienes cuestionan al gobierno consideran que ninguno de los proyectos tiene ni pies ni cabeza, y que todos son simple y sencillamente un tiradero de dinero que solo deriva de caprichos y ocurrencias.
Los partidarios de AMLO, por el contrario, refieren que este gobierno es el primero que realmente produce obras.
Construye refinerías y no solo deja bardas, aludiendo al frustrado proyecto de la refinería de Tula, por ejemplo.
Agrego hoy algunos elementos adicionales a lo que ya apuntaba el viernes pasado en este espacio.
La refinería de Dos Bocas tiene problemas severos de viabilidad económica y financiera.
Las últimas estimaciones señalan un costo total cercano a 16 mil millones de dólares, en lugar de los 8 mil millones previstos por el gobierno originalmente y es superior incluso a los 12 mil millones que algunos expertos estimaban como una cifra más realista cuando arrancó el proyecto.
La refinería entrará en operación en un mundo en el que, si bien continuará por años el consumo de gasolinas automotrices, lo cierto es que para una perspectiva de largo plazo, es una instalación fuera de época, al menos para esta zona del mundo.
La mayoría de los proyectos de refinación que hoy existen se encuentran en China o en Oriente Medio.
Dijo el presidente López Obrador en la inauguración que el gobierno no escuchó ‘el canto de las sirenas’ que decía que en el futuro ya sólo habría autos eléctricos.
Tiene razón el presidente en el sentido de que el uso exclusivo de electricidad como fuente de energía motriz para el parque vehicular tardará todavía décadas.
Sin embargo, una inversión de las dimensiones de Dos Bocas no puede pensarse para los siguientes 10 años, sino para un lapso mucho mayor.
Y justamente en ese horizonte la refinería carece de viabilidad.
Probablemente si fuera una instalación especializada en turbosina o diésel, tendría mayores posibilidades, pero no es así.
Es diferente este caso al del aeropuerto de Santa Lucía.
Hay todavía un debate intenso respecto a las trayectorias de aproximación aérea en el Valle de México cuando el AIFA opere con mayor intensidad.
Suponiendo, sin conceder, que esa problemática pueda resolverse, a lo más que puede llegar el AIFA es a ser un importante aeropuerto auxiliar al de la Ciudad de México en cuanto las vialidades de acceso queden listas.
Es decir, no será la solución de largo aliento que se requiere, pero junto con el reinicio de operaciones de la aviación comercial en Toluca, podría dar tiempo a una posible rehabilitación del aeropuerto de Texcoco en la próxima administración.
Ya le había comentado que en el caso del Tren Maya, la historia es muy diferente, pues no solamente hay dudas respecto a la posibilidad de su conclusión, sino que aun considerando la posibilidad de que sí se concluya, este proyecto carecerá de viabilidad financiera. No es un tren turístico, ni industrial ni de carga, ni todo lo contrario.
Quizá lo que tendremos es que no será ‘un tren maya’, que quizá nunca exista, sino una colección de tramos para usos diferenciados.
Queda la interrogante del proyecto de transporte multimodal en el istmo de Tehuantepec. Respecto a él, volveremos a su análisis en una próxima oportunidad.
El problema con la infraestructura del país es que no solamente están estos cuatro proyectos emblemáticos del actual gobierno.
Hay otros que son necesarios y no se van a comenzar antes de 2025.
Por ejemplo, se anunció que como parte de los paquetes de infraestructura habría diversos proyectos, como el tren México-Querétaro. Ni ese, ni el tren México-Toluca pareciera que tengan posibilidades de concluirse en un sexenio en el que, en general, la infraestructura del país terminará hecha un desastre.