Los tiempos de Luis Echeverría estuvieron siempre llenos de turbulencias. El recientemente fallecido expresidente hizo una larga carrera en la administración pública, sobre todo en el PRI y en diferentes cargos de la Secretaría de Gobernación.
Llegó a la titularidad de esa dependencia en 1963, cuando relevó a Gustavo Díaz Ordaz, quien renunció para ser postulado candidato a la presidencia de la República.
Echeverría fue operador político del presidente al que le tocó enfrentar el movimiento estudiantil de 1968 y, de acuerdo con diversos testimonios, también jugó un papel clave en los acontecimientos del 2 de octubre.
La elección de Echeverría como su sucesor fue prevista por Díaz Ordaz para asegurar la continuidad de su estilo de gobierno y obtener protección personal, pues consideraba que el servilismo que había mostrado siempre Echeverría era una garantía.
Gran sorpresa se llevó Díaz Ordaz a las pocas semanas del destape en 1969 cuándo Echeverría desplegó un discurso político completamente diferente y en algunas ocasiones crítico del gobierno de Díaz Ordaz.
Cuentan allegados que en algún momento éste considero reemplazarlo como candidato, lo que al final ya no hizo.
Su lema de campaña: “Arriba y adelante” se difundió por todo el país en una era en la que la oposición era más bien testimonial. Obtuvo el 84 por ciento de los votos en la elección de 1970.
Echeverría llegó al gobierno enarbolando la bandera de la apertura democrática y estableciendo en el discurso una propuesta para modernizar el sistema político mexicano.
Sin embargo, no cambió nada sustantivo y nuevamente la represión se hizo presente en las calles en los hechos del 10 de junio de 1971 y posteriormente en la llamada “guerra sucia”, en contra de grupos opositores radicalizados.
Echeverría fue el primer gran polarizador de la sociedad mexicana. Su discurso generó enfrentamientos y produjo un encono social en contra de los que él denominaba “los riquillos”.
Pero, quizás, lo más polémico de su gestión fue el manejo de las finanzas públicas.
Durante los años que estuvo en la Presidencia destrozó la estabilidad que se había obtenido en las dos décadas anteriores.
Se le atribuye a Echeverría la frase: “Las finanzas se manejan desde los Pinos”, cuando removió a su primer secretario de Hacienda, Hugo B. Margáin, poco proclive a practicar el exceso de gasto que proponía Echeverría.
El manejo desordenado de las finanzas pública generó elevados déficit tanto en materia fiscal como en la balanza de pagos y esta circunstancia condujo a que se erosionaran las reservas internacionales al punto que ya fue imposible mantener la estabilidad cambiaria que databa de 22 años atrás, por lo que se devaluó nuestra moneda rompiendo la mítica paridad de 12.50 pesos por dólar.
Pero, no solamente hubo crisis cambiaria, sino que hubo una pérdida de confianza de los inversionistas que propició una gran salida de capitales y una fuerte caída de la inversión.
Echeverría tuvo un discurso tercermundista y era afecto a realizar giras internacionales que duraban semanas.
Buscó, de manera insistente, obtener al término de su administración la Secretaría General de las Naciones Unidas, lo que desde luego no logró.
Echeverría seleccionó para sucederlo a su amigo de casi toda la vida, José López Portillo, pensando en que con él obtendría protección y preservaría su poder.
Pero, al igual que en la sucesión de seis años antes, el presidente entrante, ahora López Portillo, no cedió ni un ápice de su poder y para quitarse de encima a su predecesor lo exilió, a través de designarlo Embajador en las Islas Fidji, que fue una manera diplomática de mandarlo lo más lejos posible.
Echeverría ha sido hasta ahora el único expresidente a quien se procesó judicialmente por genocidio, tras los hechos del 2 de octubre y del 10 de junio. Estuvo bajo arresto domiciliario en virtud de su estado de salud y edad, hasta que un juez determinó en 2007 que no había suficientes prubas para condenarlo.
Echeverría fue un personaje clave en la historia del país, porque por una parte rompió un ciclo virtuoso de estabilidad en la economía mexicana y género encono y violencia en la sociedad, pero al mismo tiempo, propició una serie de cambios políticos, los cuáles, tras un largo periodo condujeron a una transición que permitió la alternancia en la presidencia de la República en el año 2000.
Un personaje complejo que para mal más que para bien, ya tiene un lugar en la historia del país.