En medio de la fiesta de sonrisas y abrazos que se está dando por la visita del presidente López Obrador a Washington, permítame ponerle una dosis de realidad.
Hay una gran paradoja. Resulta que el respaldo al presidente Biden es superior entre la población mexicana que entre la de Estados Unidos.
De acuerdo con la encuesta publicada por El Financiero, 46 por ciento de la población mexicana tiene una opinión buena o muy buena del presidente Biden.
En contraste, su respaldo entre la población norteamericana es solamente de 38 por ciento, de acuerdo con el promedio calculado por RealClearPolitics. Y, de hecho, en la encuesta publicada por The New York Times esta semana, ese porcentaje es aún menor y llega solo a 33 por ciento.
Se trata de la cifra más baja que ha tenido presidente alguno en la Unión Americana, desde que se elaboran estos cálculos.
¿Por qué es relevante considerar estos niveles de respaldo en el marco de la reunión de López Obrador y Biden?
Porque algunas de las propuestas que llevó el presidente mexicano a la Casa Blanca, como la relativa a la migración, por ejemplo, requieren de la inversión del capital político del presidente norteamericano.
Y, si éste resulta escaso, entonces será muy difícil que cuente con los respaldos, sea en el Congreso si se trata de una ley o entre los sectores económicos y políticos si se trata de una decisión administrativa.
La debilidad de la administración demócrata se aprecia también en las intenciones de voto para las elecciones de noviembre.
De manera sistemática, desde hace algunos meses, los republicanos llevan de dos a tres puntos de ventaja. Pero, la distribución geográfica de la votación hace muy probable que el Congreso quede bajo mayoría republicana. Y no es imposible que también puedan conseguir el control del Senado.
Un Poder Legislativo controlado por los republicanos va a limitar todos los márgenes de maniobra de Biden.
Así que casi cualquier compromiso que pueda hacer Biden con el gobierno mexicano podría estar cuestionado a la vuelta de algunos meses. O, incluso, lo más probable es que la administración Biden sea muy cuidadosa para hacer compromisos.
Por ejemplo, el plan propuesto por López Obrador para combatir la inflación, que implica duplicar inventarios de gasolina en la zona fronteriza o el uso de gasoductos, no se ve viable en el corto plazo, mientras que la búsqueda de mayor producción de alimentos en la región no va a tener impactos de corto plazo.
Es de reconocerse la intención del gobierno mexicano, pero difícilmente va a haber un impacto positivo cercano.
Como en cada visita realizada por un presidente mexicano a Estados Unidos, se percibió ayer la asimetría de interés que siempre existe.
Los medios mexicanos le dimos una enorme relevancia a este viaje, mientras que los medios norteamericanos escasamente lo reportaron porque saben que es de muy poco interés para el ciudadano norteamericano promedio.
Obviamente es mucho mejor tener una buena relación con el gobierno norteamericano que no tenerla.
Pero, dadas las circunstancias que existen en el entorno político, creo que hay que bajarle un poco la expectativa a los resultados de este encuentro.
Hoy se dará la reunión entre empresarios.
Veremos si las preocupaciones por temas vinculados con el sector energético norteamericano o por la inseguridad, no dominan a las buenas expectativas de la relocalización manufacturera que tantas esperanzas ha generado en México.
Una resolución de ocho influyentes senadores demócratas ayer, condenando los ataques a la libertad de expresión en México, pone una dosis de realidad a esta compleja relación entre los dos gobiernos.
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