Las encuestas que publica El Financiero frecuentemente suscitan reacciones de enojo e incredulidad entre los críticos del régimen de López Obrador.
La más reciente, publicada el lunes y martes de esta semana, documentó que la aprobación de López Obrador se ha mantenido relativamente estable desde febrero de este año. La última lectura, de julio, fue de 56 por ciento.
A pesar de que se han presentado diversos hechos que podrían haber afectado la imagen presidencial, como las elecciones de junio o el disparo de la inflación (por citar solo un par de ejemplos), la aprobación casi no se ha movido.
Desde hace mucho, los detractores de AMLO dudan que ese sea el verdadero respaldo, piensan que es menor.
Quizás el problema, como muchos lo han referido, es que los ámbitos en los que ellos se mueven, las personas con las que dialogan o a quienes siguen en las redes sociales, son una pequeña muestra, no representativa de muy amplios sectores de la sociedad.
En la información publicada el lunes pasado, además, se preguntó a los encuestados respecto a su aprobación a las grandes obras de este gobierno.
Del Aeropuerto Felipe Ángeles, 54 por ciento tiene una opinión buena o muy buena contra un 25 por ciento que es mala o muy mala; de la Refinería de Dos Bocas, es favorable 53 por ciento frente a un 21 por ciento desfavorable.
Y aun del controvertido Tren Maya, las opiniones positivas suman un 49 por ciento, frente a un 34 por ciento negativas.
No quiere decir esto que los proyectos sean buenos. No es lo que miden las encuestas. Lo que dimensionan es cómo los ve la opinión pública, que en estos casos frecuentemente difiere de la opinión publicada.
¿Qué es lo que tienen en común estos tres proyectos?
Que el presidente López Obrador se ha involucrado personalmente en su promoción, supervisión, y en el caso del Tren Maya, incluso en acciones que resultan cuestionables, como la declaratoria del proyecto como un tema de seguridad nacional.
En casos en los que al presidente no se le relaciona directamente, como en las políticas de su gobierno en materia de economía, seguridad o combate a la corrupción, el resultado se invierte y las calificaciones desfavorables predominan.
Se ha dicho en muchas ocasiones, pero conviene recordarlo: la percepción de la ciudadanía es diferente si se trata del presidente o si se trata del gobierno.
Las deficiencias en las acciones del gobierno no parecen impactar en la aprobación presidencial.
Uno de los múltiples problemas que tienen los opositores es que no entienden estas tendencias.
Parafraseando aquella frase de The Economist al referirse al gobierno de Peña Nieto: lo peor es que no entienden que no entienden.
En los casos más extremos, suponen que la razón del respaldo a AMLO es porque la gente es estúpida (hay quien así lo ha dicho); en otros casos más frecuentes, consideran que las dádivas de los programas sociales y las clientelas que se han constituido explican esta opinión favorable al presidente y hacia lo que éste representa.
Seguramente sí hay ingredientes relacionados con las ventajas materiales que mucha gente percibe en este gobierno y es cierto que muchos carecen de información suficiente para hacer un juicio diferente.
Pero, hay otros dos elementos que a mi juicio son más importantes.
El primero es que mucha gente, de hecho la mayoría, sigue percibiendo a AMLO como una esperanza para obtener mejores condiciones de vida, para ser tomados en cuenta en las decisiones, para defender los valores en los que creen.
El segundo es que López Obrador, por casi cuatro años, ha tenido toda la escena para él, sin competencia, sin ninguna opción que atraiga los reflectores.
Cuando no hay alguien del otro lado de la cancha, es fácil ganar hasta por goliza.
El mundo hoy es tremendamente cambiante y está sujeto a contingencias completamente inesperadas, así que nadie puede anticipar con un grado razonable de certeza lo que habrá de pasar en 2024.
Pero, si hubiera que señalar, en medio de toda esa incertidumbre, cuál es el escenario más probable hoy, sin duda sería la continuidad de la llamada 4T en el siguiente sexenio con el candidato o candidata que decida AMLO… perdón, el pueblo.
Nos guste o no.