¿Qué podemos esperar exactamente en un mes, el próximo 16 de septiembre, además del desfile y el fervor nacionalista?
Un pronunciamiento del presidente López Obrador respecto al procedimiento que han iniciado en el marco del TMEC debido a medidas de política energética en México, tal y como se ha anunciado.
En torno a este planteamiento se ha especulado mucho, pues el presidente fue suficientemente vago para que se pensara que podría venir cualquier cosa.
Los más extremistas señalan que se tratará de un discurso en el que sugerirá que México podría abandonar el TMEC, en caso de que las presiones de Estados Unidos y Canadá afecten nuestra soberanía.
Otros dicen que, como en el caso de la amenaza de imposición de aranceles en la era Trump, el presidente aceptará los reclamos de Estados Unidos.
Me parece que ni uno ni otro planteamiento tienen razón.
López Obrador entiende la relevancia de la relación que tenemos con Estados Unidos y que es organizada a través del TMEC.
Igualmente, piensa que Morena y su proyecto permanecerán en el poder después de 2024 y no estaría dispuesto a generar una hecatombe financiera al salir del TMEC, pues la consecuencia no sería solamente pagar más aranceles sino generar una gran incertidumbre que tendría consecuencias en muchos ámbitos y amenazaría la continuidad de su proyecto político.
Tampoco creo que se pueda utilizar la analogía del uso de la Guardia Nacional en los tiempos de Trump, empleada para contener el flujo migratorio de Centroamérica, como un antecedente de la forma en la que se va a contestar al actual reclamo.
Los tiempos, las circunstancias y los personajes son otros.
El gobierno mexicano seguramente no va a admitir que las decisiones que ha tomado en materia de energía son violatorias del TMEC.
El proceso legal va a continuar y tendrá un desenlace hasta finales de 2023 o incluso en 2024.
AMLO no va a retirar a los negociadores del gobierno y va a continuar por los cauces que indican la reglas del TMEC.
Por esa razón, creo que el pronunciamiento del 16 de septiembre podría ser anticlimático.
La declaración o el discurso del presidente tendrá un indiscutible ingrediente nacionalista, señalando que la soberanía nacional es el valor supremo que se va a defender a toda costa.
Pero, probablemente dirá que quienes quieren ver un pleito entre su gobierno y el de Biden se van a quedar con las ganas, porque México busca cooperación con los norteamericanos y espera que se respeten nuestras decisiones soberanas.
No creo que el 16 de septiembre redefina nuestras relaciones con Estados Unidos.
Cuando se concluya el procedimiento fijado por el TMEC y eventualmente se establezca un fallo que podría ser desfavorable, seguramente se van a ponderar costos, y quizás aun en medio de protestas, se asuma la imposición de aranceles como un precio que debemos pagar por defender nuestra soberanía.
El presidente López Obrador es suficientemente hábil para encontrar un tono en el que satisfaga los impulsos nacionalistas de sus seguidores y al mismo tiempo no genere una alarma mayor entre los inversionistas.
Estamos aún a muchos meses de que nos impongan sanciones; también estamos lejos de que Morena tenga que preocuparse por sus opositores en las elecciones federales; estamos más cerca de que la inversión norteamericana siga creciendo en México por los procesos de relocalización manufacturera; estamos con problemas concretos de abasto de energía eléctrica en ciertas regiones, que es el factor que más inhibe a la inversión, que no un tema ideológico.
No descarto que en algún momento del siguiente año o en el camino de las elecciones de 2024, pudieran presentarse otros escenarios donde la visión del gobierno estuviera volcada a la visión nacionalista al margen de lo demás.
Pero, por ahora, sigo pensando que el 16 de septiembre estará lejos de ser el llamado a la insurrección nacionalista que muchos esperan.