Le hemos puesto amplia atención a lo que sucede con los precios al consumidor, pero hemos atendido poco lo que sucede con los salarios.
Ya es tiempo de verlo y analizarlo, pues la carrera entre ambos ya comenzó.
Comencemos con el tema de los precios.
La inflación correspondiente a la primera quincena de agosto volvió a establecer un nuevo máximo para la oleada inflacionaria que vivimos al llegar a 8.62 por ciento.
En la segunda quincena de julio hubo una buena señal, ya que existió una leve reducción respecto a la primera quincena. Pero la tendencia ya se revirtió.
Además, la inflación ha cambiado significativamente su perfil. Hace varios meses, los incrementos eran empujados por los energéticos. Ahora llevan semanas a la baja en los mercados internacionales, y en México, el índice quincenal que registraron sus precios fue cero.
No hay certeza de que siga esa tendencia a la baja el resto del año, pero por lo pronto, esto permitió en Estados Unidos ya una contención del crecimiento de la inflación.
En contraste con los precios de la energía, los de los productos agropecuarios y alimenticios tuvieron un incremento que llegó a tasa anual a 14.5 por ciento.
La inflación que hoy tenemos se ha convertido sobre todo en una inflación de alimentos.
Y eso también ha conducido a que haya una gran diferencia entre el alza en los precios de las mercancías, es decir, de los bienes, que aumentaron en 10.4 por ciento a tasa anual, mientras que los precios de los servicios lo hicieron a un ritmo de 5.2 por ciento.
¿Y cómo van los salarios?
En plena carrera en el sector formal de la economía.
De acuerdo con los datos del IMSS, el salario medio de cotización llegó en julio a 485.38 pesos diarios, lo que equivale a 14 mil 561 pesos mensuales.
Si lo comparamos con el nivel que tenía hace doce meses, se observa un crecimiento de 11.5 por ciento.
Es decir, el incremento está casi tres puntos por arriba del nivel de la inflación.
Si observamos ahora las revisiones del salario contractual realizadas por los sindicatos y registradas oficialmente observamos que en junio promediaron 7.6 por ciento.
Pero, en particular, las revisiones salariales de jurisdicción local alcanzaron 9.1 por ciento.
En el caso del salario mínimo, debido a las revisiones que se han estado realizando desde la administración pasada y de la política de ajustes que sigue vigente, hay un alza de 22 por ciento a tasa anual.
Con este cuadro, queda claro que uno de los grandes retos que tiene el Banco de México es garantizar que la perspectiva inflacionaria no apunte hacia arriba, pues eso alimentaría esta carrera.
Hasta ahora pareciera que se ha conseguido ese propósito.
La expectativa de los expertos que recogió la encuesta de Citibanamex que se dio a conocer el lunes pasado, señala una perspectiva de 4.86 por ciento para los próximos doce meses.
Sin embargo, para el cierre de este año la cifra esperada es de 8 por ciento.
Es decir, se proyecta que no bajaría la inflación en los siguientes meses, pero para 2023 habría un descenso significativo.
No obstante, no todos piensan como los expertos.
El riesgo de que veamos en los siguientes meses una aceleración de la carrera precios-salarios es algo totalmente real.
Cuando esto ocurre, es más fácil que una inflación de 10 por ciento se vaya a 20 a que baje a 5.
Ojalá hayamos aprendido de nuestra historia.