El destino de la alianza Va por México podría estar sellándose en estos días.
Pareciera que la divergencia entre la dirigencia priista y las del PAN y PRD respecto al tema de la permanencia del Ejército en las tareas de seguridad pública podría conducir a su cancelación, al menos mientras Alejandro Moreno permanezca como líder nacional del tricolor.
Quedó claro ayer que el PRI va con todo por una reforma constitucional que tendrá el respaldo de Morena en la Cámara de Diputados para extender la presencia de los militares en la seguridad pública.
Y hasta ahora, también está claro que no contarán con el respaldo de los senadores priistas, lo que haría imposible alcanzar la mayoría constitucional requerida para que la iniciativa sea aprobada entre los senadores.
Pero, al margen de que finalmente se atore, Alito y Moreira habrán hecho la tarea de obtener el respaldo de Morena y lanzar un misil bajo el nivel de flotación de la alianza Va por México.
Los dichos del líder priista muestran lo que ayer le comentamos.
Hay una pérdida de los parámetros de la realidad cuando señala que la propuesta de reforma no implica la suspensión de la llamada moratoria constitucional acordada con las dirigencias del PAN y del PRD, ya que: “se trata solo de cambiar una palabra de un artículo transitorio”.
Es ridícula la desestimación de la relevancia del cambio de esa palabrita.
Lo relevante no es el contenido de una iniciativa que seguramente no va a prosperar por el rechazo que tendrá en el Senado, sino el significado político que tiene.
Si no hubiera manera de reparar la alianza Va por México, las perspectivas electorales para 2024 van a decantarse claramente.
Una contienda en la que PRI y PAN vayan con candidatos diferentes a la Presidencia de la República será un día de campo para Morena, partido que, además, podría encontrar condiciones para recuperar las mayorías calificadas en las dos cámaras del Congreso.
Además, este hecho tiene profundas implicaciones en los criterios de selección del candidato presidencial de Morena, aumentando sensiblemente las posibilidades de que el nominado sea el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Entre las tres ‘corcholatas’ del presidente López Obrador, pocos dudan que el más cercano al presidente sea su paisano.
La desventaja de Adán Augusto es que, de los tres, es el menos conocido.
La más reciente encuesta de El Financiero le da un nivel de desconocimiento de 44 por ciento a nivel nacional, frente a 18 por ciento de Ebrard y 21 por ciento de Sheinbaum.
Igualmente, la preferencia entre la población en general para que sea candidato de Morena es de 10 por ciento, frente a un 28 por ciento de Sheinbaum y un 24 por ciento de Ebrard.
Si se perfilara una competencia compleja con otras fuerzas, los otros prospectos podrían darle más posibilidades de triunfo a Morena.
Pero si resulta que la oposición estará atomizada, entonces Morena podría tener un día de campo y AMLO podría darse el lujo de inclinarse por el menos conocido de los aspirantes, en la perspectiva de que sea quien le garantice de manera más cierta la continuidad de los proyectos de la 4T.
En este contexto, Alito estará abonando a que AMLO pueda mantener su proyecto en los próximos años.
Y el PRI, estará viviendo sus últimos días.
Así como en el PNR le dio su lugar al PRM y éste al PRI.
Ahora, en esta sucesión histórica, el turno será de Morena, como la cuarta etiqueta de los partidos que surgieron de la Revolución Mexicana.
La sigla del PRI, en los siguientes años, habrá de desarticularse y quedará reducida a su mínima relevancia.
Así son las cosas, para que no nos engañemos.
Y usted, ¿ya tiene su ‘corcholata’?