No hay nada que celebrar respecto al resultado de la inflación de la primera quincena de octubre que ayer dio a conocer el INEGI.
Lamento contradecir al presidente López Obrador, pero nada hay que celebrar.
Ojalá en verdad estuvieran los datos marcando una tendencia a la baja… pero las cifras no lo sustentan.
Vamos por partes.
El indicador al que usualmente ponemos atención es el índice nacional de precios al consumidor.
El índice se construye considerando miles de observaciones.
El INEGI tiene un verdadero ejército de cotizadores, por cierto, muchas de ellas, amas de casa, que levantan alrededor de 235 mil precios por mes en una muestra de 83 mil 500 productos y servicios específicos. Acuden a mercados, autoservicios, tienditas y demás en 46 ciudades distribuidas en todos los estados del país.
Ese índice creció a una tasa anual en la primera quincena de octubre en 8.55 por ciento.
Ha bajado ligeramente, pues en la segunda quincena de septiembre fue de 8.75 y en la primera del mes pasado, de 8.64 por ciento.
La variación a la baja es marginal, pero desciende.
Además de esta medición, el INEGI calcula otra que es de gran relevancia para las decisiones de política monetaria que toma el Banco de México.
Para calcularla se excluyen del cálculo del índice un conjunto de productos y servicios que son muy volátiles, predominantemente alimentos y energéticos.
Por ejemplo, en el reporte que ayer dio el INEGI se pudo observar que, en la quincena, el precio del jitomate estuvo entre los que más subieron, con poco más de 9 por ciento. Pero, en el mes de julio, el jitomate estuvo entre los precios que más bajaron con una caída quincenal de más de 5 por ciento.
Y así, hay una diversidad de productos.
Hay precios que, por razones estacionales y de otra índole, fluctúan de manera muy amplia.
La inflación subyacente los elimina del cálculo, para medir la tendencia de la inflación sin la distorsión que producen estas fluctuaciones.
El propósito es observar la tendencia de mediano plazo de la inflación, que se refleja mejor en este indicador.
Bien, pues en este caso, las noticias no son buenas. La cifra de la primera quincena de octubre fue de 8.39 por ciento mientras que la de la quincena anterior había sido de 8.28 por ciento.
En el caso de la inflación subyacente no se observa ningún freno en la trayectoria del índice, sino al revés, sigue para arriba.
El alza, quizás, tenga menos fuerza que en meses anteriores, pero no se ha dado una reversión de su comportamiento.
La encuesta que realiza Citibanamex entre especialistas y que fue publicada la semana pasada anticipa una inflación general al cierre del año de 8.54 por ciento, es decir, igual a la de la última quincena. Y es probable que luego de conocerse los datos de ayer, más de uno revise al alza sus pronósticos.
Hay consenso en que la Reserva Federal de Estados Unidos anunciará un aumento de tres cuartos de punto en sus tasas de interés de referencia el próximo miércoles 2 de noviembre.
Y el Banxico le seguirá sus pasos el jueves 10 de noviembre, con otro incremento de 0.75 por ciento, con lo que, por primera vez desde que existe este instrumento de política monetaria, habremos llegado a un nivel de 10 por ciento.
No hay forma de darle la vuelta. Más allá de que ayer el presidente de la República haya celebrado que la inflación ya no subió más, el Banco de México estará mirando preocupado el comportamiento de la inflación subyacente.
¿Que no le entiende a esa medición el presidente? Es lo de menos. Las decisiones de Banxico no dependen de que el presidente entienda o no.
La inflación sigue siendo una amenaza, digan lo que digan en las mañaneras.
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