Uno de los grandes problemas de México es la falta de inversión.
Es la enésima vez que se lo comentamos en este espacio.
No hay manera de que la economía crezca de manera sostenible si la inversión no lo hace.
Ayer por la mañana, el INEGI dio a conocer que la inversión bruta fija, que en realidad es la inversión productiva, creció en el mes de agosto a una tasa de 4.6 por ciento respecto al mismo mes del año anterior.
Pero, a pesar del impulso recibido, aún nos encontramos 5.5 por ciento por abajo del nivel del último trimestre de 2018.
Es quizás una de las pocas variables que sigue tan rezagada.
El Índice Global de Actividad Económica (IGAE), que es un indicador de la actividad económica general, prácticamente está al mismo nivel que tenía antes de que comenzara la actual administración, pero la inversión está más atrás.
El consumo privado, cuya información más reciente se dio a conocer ayer tiene un crecimiento de 4.0 por ciento arriba respecto al último dato del sexenio anterior.
No es una maravilla, pero ya se ve que hay diversas variables que van hacia arriba.
Incluso, en la inversión, las cosas no son parejas.
Los dos componentes fundamentales de la inversión son la construcción y la compra de bienes de capital.
En lo que se refiere a la compra de maquinaria y equipo, estamos 8.1 por ciento por arriba del cierre del sexenio pasado.
Esto quiere decir que las empresas sí han realizado adquisiciones de bienes de capital para mantener su operación productiva.
El problema central está en la construcción, cuyo registro se encuentra 13.6 por ciento por abajo del cierre del sexenio anterior.
En términos generales, la adquisición de maquinaria y equipo tiene que ver tanto con la renovación de la base actual.
La construcción tiene que ver fundamentalmente con la ampliación de las actuales plantas, así como con la instalación de nuevas.
El comportamiento tan contrastante que se observa en las estadísticas del INEGI implica que quienes están ya instalados en México siguen invirtiendo, pero que hay un problema en lo que se refiere a las nuevas instalaciones.
Probablemente, este comportamiento pueda modificarse en el curso de los próximos meses en la medida que se aprecie el impacto de la relocalización industrial (nearshoring), es decir, que sea factible que veamos gradualmente que la inversión en construcción crezca y que a la par la inversión en la compra de maquinaria y equipo se acelere.
Por cierto, en la construcción es muy diferente lo que está pasando con la construcción residencial, que va en picada, y lo que ocurre con los parques industriales, que van para arriba.
En los primeros seis meses del año, hay que recordar, la inversión extranjera total fue del orden de los 27 mil millones de dólares.
Si llegara a replicarse este volumen, estaríamos hablando de una cifra de 54 mil millones de dólares anuales, un récord en la historia del país y por mucha diferencia.
Pero, aun si fuera un volumen equiparable al del primer semestre sin las operaciones atípicas que en él se vieron, estaríamos hablando de una cifra cercana a los 50 mil millones de dólares, que de cualquier manera representaría un récord histórico.
Con este empuje, el comportamiento de la inversión privada podría estar en el primer semestre del próximo ya por arriba de los niveles previos a la pandemia y muy cerca del nivel máximo que se alcanzó en el primer semestre de 2018. No así la construcción, que será la variable crítica para identificar la real recuperación de la economía.
Ya le he comentado en varias ocasiones que algunos de los directivos de empresas trasnacionales, señalan que a México le va a ir bien en materia económica, incluso, aunque no lo quiera.
Eso va a tener importantes repercusiones políticas de las cuales le hablaremos en un próximo comentario.
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