Ricardo Monreal y Morena se van a divorciar.
No sabemos cuándo ni en qué condiciones, pero es algo tan evidente como el hecho de que dos trenes que van en sentido contrario en la misma vía van a acabar chocando en algún momento.
Cuándo y en qué condiciones puede ocurrir ese choque, y qué consecuencias podría tener para el entorno político nacional, son reflexiones necesarias para perfilar el futuro de la competencia electoral.
No soy yo, eres tú. Es lo que Monreal le puede decir a Morena.
Monreal no se va a ir de Morena. Será Morena quien lo orille a separarse.
La razón de fondo es que el presidente López Obrador no olvida y usa a sus aliados mientras le sirven. Cuando le parece que ya no le son útiles, no tiene mayor empacho en deshacerse de ellos.
AMLO no olvida que Ricardo Monreal cuestionó el hecho de que en la selección del candidato a la jefatura de Gobierno de la CDMX en 2017 no se hiciera una “encuesta espejo” para validar los resultados. Y aunque aceptó la encuesta, siempre criticó a la que él llamó la “nomenclatura” de Morena.
Al final, la reconciliación con AMLO permitió a Monreal convertirse en coordinador de Morena en el Senado y presidente de la Junta de Coordinación Política.
Durante los primeros años de la actual administración, Monreal se convirtió además en un eficaz operador político en una Cámara en la que desde el principio Morena careció de una mayoría calificada y pese a ello, se lograron procesar reformas constitucionales y realizar nombramientos que la exigen.
Sin embargo, particularmente después de las elecciones de junio del año pasado, empezó a percibirse un alejamiento de Monreal con el presidente de la República.
Y, éste se acentuó en la medida que el senador zacatecano expresó públicamente su interés de contender por la candidatura de Morena a la presidencia de la República.
Al paso de los meses, fue visible que un grupo de Morena buscaba hacer el vacío e incluso agredir a Monreal.
López Obrador, en diversas ocasiones, no lo mencionaba cuando hablaba de los aspirantes presidenciales.
La campaña de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, contra el líder de los senadores morenistas, no puede interpretarse sino como parte de lo mismo.
Y ahora, notoriamente, la corriente que ha surgido para tratar de remover a Monreal de la coordinación de los morenistas en el Senado, es otro paso en la misma dirección.
Creo que quienes no quieren ver a Monreal en esa coordinación, temen que su eventual remoción signifique el comienzo de un proceso de ruptura ante el bloqueo a su aspiración a ser candidato presidencial. Por eso han andado con tiento.
Algunos en Morena (y aun fuera de Morena) piensan que su salida no tendría ninguna consecuencia.
Difiero. Lo que puede comenzar como una fisura tiene el potencial de seguir como una grieta y acabar finalmente en fractura.
Desestimar la posibilidad de que Monreal desencadene un proceso de fugas de Morena puede ser uno de los grandes errores del partido en el poder en este proceso.
En la definición de la candidatura presidencial estará involucrado el presidente López Obrador.
Pero, pone la muestra para que en otras posiciones se seleccionen a los preferidos de la dirigencia.
Por ejemplo, si en Coahuila se obstinan en darle la candidatura a Ricardo Mejía y no a Armando Guadiana, pueden provocar un cisma.
Y eso multiplíquelo por las 32 entidades y algunos cientos de municipios importantes.
Si Morena comete el pecado de la soberbia, va a provocar decenas de pequeñas fracturas.
Morena ha crecido tanto no porque haya muchos políticos que se identifiquen con su ideología, sino porque hay muchos que perciben que estar allí es el camino para llegar al poder.
Y en el palomeo, va a haber muchos decepcionados que van a buscar otras opciones.
El peor error que puede cometer Morena –muchos están deseosos de que lo haga– es considerar que gracias a “la magia” de López Obrador, ya hay certeza de que se va a ganar en 2024.
Todavía hay muchas incógnitas por resolverse en el camino y pueden aparecer sorpresas que hoy ni imaginamos.