Desde hace varias semanas, el Gobierno federal, y en particular, el presidente López Obrador han estado intentando que la Universidad Nacional Autónoma de México caiga en una trampa en el caso de la ministra Yasmín Esquivel.
López Obrador, en varias ocasiones, ha señalado que si se puede comprobar el plagio de la tesis de licenciatura de la ministra, la instancia que debe proceder en cancelar el título es la UNAM.
El viernes pasado, el rector Enrique Graue señaló que esa posibilidad no ha sido descartada. Pero que, de aplicarse, tendrá que ser a partir de una evaluación la Comisión de Honor del Consejo Universitario.
De acuerdo con la normatividad universitaria vigente en la UNAM, no existe un mecanismo claro para cancelar el título a partir de un presunto plagio de la tesis profesional.
Si existiera un mecanismo evidente e inapelable, creo que las instancias universitarias hubieran procedido ya desde hace semanas.
Pero, el tema de fondo no es ese, o al menos no solo ese.
A mi parecer, lo más relevante en este momento es ya el enfrentamiento del presidente de la República con la Universidad.
Quizás cómo pocas instituciones, la UNAM representa a la clase media en México y su “aspiracionismo”.
Se trata de miles y miles de personas que aspiran a obtener un mejor ingreso y nivel de vida a partir de prepararse y obtener logros académicos como un título universitario.
En el 2018, de manera abrumadora, estudiantes y académicos de la UNAM se volcaron en las urnas a favor de López Obrador.
Hoy las circunstancias han cambiado.
Una buena parte de quienes lo respaldaron se han decepcionado.
El reclamo que él ha hecho desde hace muchos meses a las clases medias, tiene que ver también con este cambio en la posición de los universitarios.
En las encuestas de salida realizadas por El Financiero, se percibió que en el 2018 el 48 por ciento de los que tienen formación universitaria votaron por López Obrador.
En el 2021, solo el 33 por ciento de quienes tienen ese nivel de escolaridad votaron por Morena o sus aliados.
Esto significó una caída de 15 puntos porcentuales en el respaldo de los universitarios hacia Morena y el presidente de la República.
Ese cambio también se expresó en el hecho de que la votación de las grandes ciudades fue mayormente favorable a la oposición en las elecciones del 2021.
Por eso, el presidente desconfía profundamente de los universitarios y en general de las clases medias.
Pero ese sentimiento empieza a ser recíproco.
Las múltiples evidencias de plagio de la tesis de la ministra Yasmín Esquivel crearon ya una crisis de conciencia en la UNAM, en la cual, la mayoría de los universitarios percibe la necesidad de que se le retire el título.
Sabiendo esa circunstancia, el presidente López Obrador ha retado ya en varias ocasiones al rector Graue y a las autoridades universitarias a hacerlo.
Y, desde luego, si esto ocurre, el presidente va a lanzar una ofensiva en contra de la UNAM a la que va a acusar de hacer el juego a los conservadores.
Pero, al mismo tiempo, si las autoridades universitarias no lo hacen, dan la impresión de hacer el juego al gobierno.
No puede perderse de vista que en diciembre de este año terminará el segundo periodo de Enrique Graue, por lo que ya no tendrá posibilidad de reelegirse y la Junta de Gobierno deberá designar un nuevo rector.
Las presiones de López Obrador a la UNAM no sólo tiene que ver con el tema de la ministra Esquivel sino también con el proceso sucesorio en la UNAM, en el que, sin duda, el gobierno tratará de intervenir.
No sería la primera vez que un gobierno pretende entrometerse en la sucesión universitaria.
En esta ocasión, el argumento sería que hay que evitar que una institución que paga el pueblo le sirva a los conservadores.
Esperemos que en la Universidad Nacional exista el talento político necesario para salir de la trampa que le está poniendo AMLO.