La naturaleza de la inflación actual está cambiando en México y en el mundo, como si se tratara de la mutación de un virus.
De ser una inflación que fue detonada por los incrementos de los precios de las materias primas y por el exceso de demanda que se produjo por efecto de los programas monetarios y fiscales durante y después de la pandemia, ahora se podría estar convirtiendo en una inflación fundamentalmente de servicios alimentada por inercias en la formación de precios y por los incrementos de los costos laborales.
El artículo de portada de la edición de The Economist de esta semana apunta que la inflación podría permanecer alta más tiempo del que muchos creen, precisamente por ese cambio de su naturaleza.
En el caso específico de Estados Unidos, a principios de 2022 era visible que la inflación era impulsada sobre todo por los incrementos en los precios de la energía.
Por ejemplo, a principios de marzo del año pasado, los incrementos de los precios de las gasolinas eran del orden de 100 por ciento a tasa anual.
En este momento, el precio de las gasolinas en EU es 11 por ciento más bajo que el registrado hace un año.
Y, así se puede observar en diversas materias primas.
De los poco más de 6 puntos de inflación en Estados Unidos, cerca de 4 se explican por incrementos de los precios de los servicios.
No es todavía el caso de México, donde poco menos de la tercera parte de la inflación subyacente se explica por los incrementos de los precios de los servicios. Sin embargo, hace dos años, al comenzar 2021, ese porcentaje era menos de la cuarta parte.
Otro factor que analiza el interesante trabajo de The Economist es la presión laboral.
Al mes de enero de este año los costos laborales en Estados Unidos se incrementaron en aproximadamente 4.5 por ciento a tasa anual.
The Economist, además, subraya que se encuentra muy por arriba del crecimiento de la productividad laboral, que apenas ha crecido a una tasa de 1.5 por ciento anual en los últimos años.
En el caso de México, le hemos comentado que el incremento del salario promedio en la economía formal es ligeramente superior a 11 por ciento, de acuerdo con los datos del IMSS, por lo que en términos reales el incremento es de 3 por ciento.
Los indicadores de productividad laboral indican que, al tercer trimestre del año pasado, había un alza de 1.4 por ciento, pero ese nivel fue negativo en la mayoría de los trimestres desde 2018.
En México, probablemente el cambio más importante se aprecie en el menor incremento de los precios al productor, particularmente en los bienes intermedios, cuya alza a tasa anual fue de 3.6 por ciento en enero, cuando en el primer semestre del año pasado se presentaron tasas del orden de 12 por ciento, muy superiores a las de los precios al consumidor.
Mientras que la inflación medida por los precios al consumidor ha bajado poco, la que puede calcularse por los precios al productor ha bajado considerablemente.
Al observar todos estos ingredientes no cabe duda de que, efectivamente, la inflación está cambiando su naturaleza.
Si la perspectiva planteada por The Economist es correcta, es muy probable que las autoridades monetarias, en efecto, mantengan por un periodo prolongado altas tasas de interés, lo que podría implicar un mayor riesgo de recesión, quizás ya no para 2023 sino tal vez para el primer semestre de 2024, en la medida que haya dinero caro por un periodo prolongado.
El “aterrizaje suave” que tal vez muchos visualizaban puede complicarse más de la cuenta ante el hecho de tener ahora una mutación en la naturaleza de la inflación.
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